jueves, 7 de enero de 2016

Umbral & Pla




Desde que leí la edición que hizo Cátedra del libro "Mortal y rosa", siempre busqué aquel artículo que Josep Pla, había escrito en la revista "Destino" sobre este libro-diario-novela, donde la vida mortal y rosa se transfiguraba en palabras, nunca antes escritas, ni respiradas, ni bebidas en noches insomnes y donde nada parece tener sentido. 


Revista Destino (Barcelona), 9-15 de Octubre de 1975

Calendario sin fecha  

Umbral de otoño  

JOSEP PLA

Tengo el gusto de comunicarles que acabo de leer un libro del considerable escritor Francisco Umbral, titulado “Mortal y rosa” que lleva el número 468 de la colección “Ancora y Delfín” de DESTINO. Desde luego es un libro muy curioso, sorprendente o que al menos a mí me ha sorprendido en gran manera.
  
No creo que tenga la menor duda que desde la aparición de la primera pareja humana (Adán y Eva) y de su colocación en el Paraíso Terrenal (me atengo, como ustedes pueden ver, a nuestro Génesis), la aparición de criaturas, de seres humanos en este espacio del cosmos, ha sido literalmente gigantesca, fabulosa, de una voluminosidad inaudita. ¿Sería posible contar su número? En un mundo en que se han contado tantas y enormes cosas, la velocidad de la luz, considerables distancias y el número de billetes en circulación en los momentos de las mayores inflaciones, el recuento humano no se ha hecho, a pesar de disponer de grandes astrónomos y de economistas tan distinguidos.  

Desde luego los niños han estado siempre de moda, y aunque haya personas que creen lo contrario en los presentes momentos, no ofrece la menor duda que su aparición ha llenado de gozo a las personas que en ello han intervenido, a sus familiares y amigos. Pero el caso es que no poseemos un recuento, ni aproximado ni real, de nacimientos desde la época del Paraíso. Ello hubiera sido, a mi modesto entender, de un grande y positivo interés, entre otras razones porque el hecho hubiera proyectado una cierta luz, cuando menos sobre los acontecimientos públicos que la historia ha ido recogiendo. Habrán ustedes podido observar, leyendo las historias que se están produciendo en estos días, el interés que van tomando los desastres demográficos, las pestes y epidemias que han agotado a la humanidad, las guerras y revoluciones que se han producido con cantidades enormes de víctimas, los desplazamientos humanos que en esta tierra en los últimos años han ocurrido. En las oscilaciones históricas parecen tener más peso los muertos que los vivos, quiero decir los que murieron prematuramente que los que llegaron a viejos.  

Creo que podría demostrarse que sobre la aparición de las criaturas en esta tierra se han escrito pocos libros. No han escrito sobre ellos ni los escritores profesionales que fueron sus padres, a pesar de que siempre se quejan de no tener tema pare sus producciones; ni de los escritores no profesionales, que suelen ser muy buenos, al encontrarse ante el acontecimiento; ni los padres de familia, poco dados a escribir. Si la aparición de un hijo, cosa a todas luces importantísima, hubiera producido un documento literario o del orden que fuere, es casi segura que el número de libros y papeles que se hubieran producido sería considerable. Pero no ha sido así. El número de mamotretos grandes o pequeños existentes sobre este importante tema es irrisorio, escasísimo. Al menos, hasta donde llegan mis conocimientos.  

No seré yo quien afirme que la producción de una cosa así no sea delicada. Lo es, y en gran manera. Con el nacimiento y desarrollo de las criaturas pueden ocurrir las cosas más sorprendentes. En definitiva, todo padre de una criatura, en relación con su hijo, es un profeta. El papá augura esto, augura aquello. El papá augura, hace sus proyectos, se lanza casi siempre a las imaginaciones que a él más le complacen y que, por complacerle son siempre las más inequívocas. Pero, y si resulta lo contrario de todo lo que la imaginación habría formulado, ¿qué sucede? La criatura sobre la cual se escribió un libro, inevitablemente lleno de proyectos y de augurios (ocultos o explícitos), luego resulta que la vida le lleva por otro camino, a veces por un camino opuesto. ¿Qué resultó de todo lo que se ha proyectado y escrito? Los papás siempre quedan a salvo, porque todavía existe en nuestra sociedad, como sentimiento indiscutible, el amor de los padres por los hijos. ¿Pero los hijos como quedan si los acontecimientos le llevan a seguir un camino distinto del que sus padres creyeron que indefectiblemente seguiría? Si los papes le proyectaron una gran carrera y a menudo hicieron toda clase de sacrificios para lograrlo y luego resulta todo lo contrario - cosa que suele ocurrir -, el ex niño queda subrayado por una especie de notorio ridículo. Y es sin duda por esta razón que muchas veces no se escriben estas fáciles alegorías.
  
Mientras tanto ha aparecido el escritor Francisco Umbral con un libro sobre –sospecho- su primera criatura y se ha lanzado sobre este tema con una fuerza inesperada. ¿A qué ha sido debida una empresa tan sorprendente? El señor Umbral se había distinguido algunas veces en los últimos años por sus elucubraciones y relatos sobre el amor libre, sobre la libertad de los instintos sensuales y sobre las banalidades sin cuento -a veces peligrosísimas- relacionadas con estos acontecimientos. Si no recuerdo mal, fue el escritor Miguel Delibes, que acaba de entrar en la Real Academia Española muy merecidamente, quien dijo que la literatura erótica del señor Umbral debía ser discutida con reservas, porque el erotismo no es, en ningún caso, forma alguna de libertad, sino de todo lo contrario: de la esclavitud más fehaciente, grotesca y demencial llevada a los últimos extremos. Escribo todo esto sin tener delante el texto de Delibes, pero me parece, si mi memoria es clara, que sintéticamente, es lo que dijo. El señor Umbral es un escritor leído -rara avis- que conoce muchos autores que han contribuido al desenfreno de los presentes días. Sin duda, conoce algo de lo que se ha publicado sobre el marqués de Sade, que es muy poco, porque la totalidad de lo que escribió este señor sobre la materia se encuentra perfectamente inédito en la Biblioteca Nacional de París, porque nadie se ha atrevido a echarle mano y llevarlo a la imprenta. En todo caso es natural que Sade escribiera lo que escribió habiendo pasado tantos años de su vida en la cárcel, por razones perfectamente plausibles, por sus más conocidos biógrafos. El erotismo basado en la maldad y la corrupción. Donde no puede recogerse es en la calle y en la vida social positiva.
  
Y he aquí que aparece el señor Francisco Umbral con un libro dedicado a su hijo -sospecho el primero- después de su historia literaria que es tan conocida y que está interesado al parecer en presentar la libertad erótica en todos sus matices. El señor Umbral ha descubierto la paternidad como elemento básico de la vida. Podría parecer ingenuo el descubrimiento, pera nunca es tarde cuando llega. Como buen castellano, el derecho a la propiedad ya lo debió descubrir años atrás. Esto, en todo caso, me encanta, y haber hecho el libro sobre su hijo todavía me encanta más, porque yo, señor Umbral, soy conservador y partidario de conservar todo lo que tenemos, porque ya se han producido excesivas distanciaciones en lo que llevo de vida. Soy partidario de conservar todo lo que tenemos y así lo digo con todas las letras, porque considero, entre otras razones, que diciendo esto estoy en el criterio de todas las personas que en este país tienen alguna cosa en la cabeza. El libro se titula “Mortal y rosa” y ha sido escrito utilizando un alarde de lirismo y con toda la artillería retórica correspondiente. Quizá con un poco más de simplicidad hubiéramos pasado, pero, en fin, la literatura es esto: un puro misterio, y en este libro parece haberlo, aunque yo no tengo el gusto de conocer al señor Umbral.
  

Con su habitual maestría, Francisco Umbral da aguda réplica al comentario que Pla le dedicó en las páginas de Destino. La sexualidad es el tema que, de cerca o de lejos, ronda ambos escritores.


DIARIO DE UN ESPAÑOL CANSADO

Pla

FRANCISCO UMBRAL

Me entiendo bien, a distancia y por los papeles, con el maestro Josep Pla, pues él es un catalán cansado y yo soy un español cansado, como bien reza el título de esta sección y de un cierto libro mío.
  
El otro día, Pla me ha dedicado su atención en esta misma revista, y aprovecho la ocasión para decir que siempre me ha fascinado este tipo de escritor divagatorio y lírico, muy vago y muy preciso al mismo tiempo, “especialista en ideas generales”, como decía otro catalán. Un tipo de escritor que no sé si viene de Montaigne, pero que en Pla encuentra máxima expresión moderna y catalana, y que en Baroja tuvo un doble vasco-castellano mucho menos sutil, mas malhumorado y metido en una tarea que Pla ha rehuido casi siempre elegantemente: la de hacer novelas (e incluso la de leerlas), mientras que Baroja leía y escribía folletines y folletones sin parar.
  
Parece que lo primero que avistó Pla en mi literatura, con su mirada de rendija -mirada de buen cazador- fue el plumaje vistoso de mi erotismo -o lo que él llama tal-, cosa que le escandaliza como me escandalizará a mí cuando tenga su edad. La misma alarma que experimenta el maestro Pla ante mis doctrinas eróticas (que no son sino divulgación modesta de otras más autorizadas que andan por el mundo), la misma alarma, digo, me causa a mi leerle en sus descripciones gastronómicas y alcohólicas. Admiro el lirismo y la buena prosa con que las hace, pero a mí, poco comedor, no deja de echarme un poco para atrás tanto sano regodeo de paladar. A cada cual le come y le quema por do más pecado había, querido maestro, y ay del que no se deja comer ni quemar, porque ése ha perdido la vida tontamente: es apolítico, o frígido, o del Opus Dei. 

El maestro ha leído un libro mío y le sorprende que a un profeso de sexualidades pueda exaltarle la paternidad. Quizá cree el genio de la boina que una visión erótica del mundo es una visión cachonda de ligue a calzón caído, y por eso no se ha percatado de que mi exaltación de la paternidad y la maternidad no es la contradicción de mi erotismo, sino la corroboración y legitimación de este. Hay señoras y señores que, sin ser Pla ni mucho menos, cuando nos oyen o leen hablando de erotismo creen que hablamos de la orgia perpetua y de saca el guisqui, Cheli, para el personal. 

Pla ha ignorado elegantemente en su comentario el desenlace insoportable e intolerable de mi libro, el cual le habría explicado muchas cosas, pero lo que más me motiva (como se dice ahora) de su página, aparte la gratitud y la admiración de siempre, es ese inevitable distanciamiento que, respecto de las cosas del sexo -como de tantas otras cosas-, tenemos las gentes de distintas generaciones. He hablado repetidamente -y a veces en esta revista- de las madres solteras, del hijo como agresión, de las mujeres que hoy, en España y en el mundo, quieren tener un hijo y lo tienen, no como arrepentimiento o final de su erotismo, sino como consecuencia máxima de éste, como redondeamiento de su visión erótica del mundo. 

En la redacción de DESTINO me mostraban hace poco originales de artículos de Pla, escritos con letra muy menuda y bastante clara, o, en todo caso, firme (ya quisiera yo ese pulso para esa edad, maestro, cuando, a mis cuarenta, tengo que firmar a maqui- na hasta los cheques bancarios: y le hablo de cheques por eso que me dice del sentido de la propiedad, que sé que le halaga). Los artículos de Pla están escritos, a veces, sobre cualquier impreso, sobre un calendario de agenda. Pues bien, yo creo, sin tomar en serio al señor Freud, que ya sabemos que era un frígido, que el erotismo, el sentimiento erótico del mundo, es más bien un derroche, un exceso, una abundancia, una dádiva: todo lo contrario de escribir aprovechando un impreso. Impreso que para mí ha sido como contemplar una reliquia literaria y que he tratado de descifrar luchando con la letra y con el catalán, pero ejemplo de orden que no aprovecharé nunca, querido maestro, por el natural derroche de palabras, espermatozoides y monedas que es mi vida. Habla usted de los excesos de lirismo que, para su gusto, hay en mi libro, y esos excesos se corresponden exactamente con el erotismo natural de la vida, con la sexualidad fecundante, abundante y socializante a que uno vive abocado. Se hacen metáforas como se hacen hijos, como se hacen amigos o como se hacen amores.
  
Me aprovecha, pues, la lección literaria del maestro, y yo, que no suelo contestar a los críticos, le contesto a él porque no es un crítico, sino que es Josep Pla, y le agradezco la ocasión de meditar sobre esta visión del erotismo de nuestro tiempo que tienen las gentes de otras generaciones. Cuando nos oyen hablar de sexualidad creen que estamos hablando del mundo como casa de lenocinio. Y no hablo ya de Pla, claro, que es un caso humano y literario aparte y al margen, sino de esos padres que vigilan la conducta prematrimonial de sus hijas -y si es posible también la matrimonial-, en tanto que ellos convivieron durante toda una vida con instituciones como la prostitución, que hoy apenas tiene sentido para los jóvenes. Erotismo es todo lo contrario de prostitución, como libertad es todo lo contrario de caciquismo y justicia es todo lo contrario de caridad. El que en algunos -por ejemplo España- siga subsistiendo la prostitución, el caciquismo y la caridad, no dice nada en favor de esas tres venerables instituciones ni en favor de España.
  
La contraposición paternidad-erotismo, o maternidad-erotismo, es una cosa que se daba y se da en las parejas tradicionales, en las que, como me decía (hace poco Mari Francis, el matrimonio destruye la comunicación. En cuanto al sentido de la propiedad, de que me habla el maestro, siento decepcionarle, pero no tengo ningún sentido de la propiedad porque nunca he tenido ocasión de ejercitarlo, o sea porque no tengo propiedades, pese a ser castellano, o sencillamente por eso. No cuento con otra propiedad que mi prosa, que por cierto algo le debe a la de Pla, pues ya en Juan Ramón aprendí muy pronto a estudiar y cultivar las otras culturas de la península. Empezando terminando por Josep Pla.


Revista "Destino", 23-25 de Octubre de 1975

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