martes, 26 de enero de 2016

La lencería del sueño



Respirar en silencio este despojo, la lencería del sueño, lo que de ti me queda, qué hondo trapo, como esconder la música o un oro, el contacto final, el leve esquema mojado sólo de tu alma supurante. Tener entre las manos una tela, el bordado del tiempo, algo tan vano, con menos peso que una idea, pero impregnado y cierto, perfumante, mientras viejos pintores, Botticelli, en tu perfil se afanan, doran hilos.

De qué ateneos de sombra, de qué lejos, de qué extrarradio ciego me llegaste, a qué pálido otoño dan tus senos: quiero decir el tiempo, esta ciudad tan nuestra, todo lo que insistiendo, depurándote, ha perfilado en ti un cabello que es como el argumento de una tarde. Quiero insistir en eso, los recuerdos, los amigos comunes, nombres solos, y saber por qué plazas madrileñas, por qué salas de cobre, por qué patios, nos buscábamos y nos desencontrábamos, hasta que cantó el aire del viaje y en ciudades obscenas trasnochó ya tu voz como las aves. En el perfil antiguo y tan sagrado, una risa de barrio, ese tono trivial, tu burla niña, los deletreados dientes de tu beso y ese dorado en motas que te ha quedado al paso. Por qué red de teléfonos y sangre, por qué sueños, hasta quedar desnuda en mi tristeza.

Digo yo si la tarde o esta ropa, esta tan breve ropa en que te beso, donde tu cuerpo cupo siempre huyendo, y por qué carreteras hacia nada nos llevaba una prisa hacia el fracaso. Luego figuras agrias en el cielo, tus orejas de lámina vivida, y mi boca en tu cuello, abrevándote. A qué otoño, repito, dan tus senos, a qué pálido tiempo de abundancias, y el dibujo incompleto de tu cuerpo, las piernas decididas como diosas, la soledad aguda de los pies. Mira el sol en los libros, mira la negra máscara del mundo, estelas de un viaje que doran esta casa, y reina en el hastío y el perfume que para ti despliego como un día.
Amo lo que en ti suena a niña lista, eso que tienes de puñal cansado, cómo puedes herir, fumar, besarme mientras un odio bello te decora. Y esta ropa tan breve, esta rapiña que perfuma mi sombra, huele a tiempo y me sabe a tu infancia mientras huyes desnuda —si supieran— en tu traje de robo y de tabaco.

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