jueves, 7 de enero de 2016

Umbral & Cela




Dos raros artículos del Nobel Camilo sobre Francisco Umbral. Los dos eran grandes provocadores, y grandes conocedores de la lengua castellana. Uno fue el profesor de energía y el otro el párvulo que aprendió a leer literatura.


Paco
CAMILO JOSÉ CELA, 1995

ES el mejor escritor vivo de España y el último que acertó a pasar por este valle de lágrimas nimbado de literatura, naufragado y envuelto en literatura, confundido con la misma literatura, esa anegadora nube de buena disciplina. Ahora, los escritores blasonan de mansedumbre, aspiran al funcionariado, opositan al aburrimiento, sonríen al administrador, prestan oídos a la consigna, copian al extranjero y sueñan con subsistir de los benevolentes y cuasi nutricios flecos del Estado del Bienestar; pero hubo un tiempo todavía no demasiado lejano en el que eran tenidos por herejes y aislados como leprosos, en el que luchaban contra la censura y la entera y siempre mediocre sociedad, y eran capaces de pasar hambre, de dejarse morir de hambre, a cambio de  reconfortarse desafiando al mundo en torno. 

Los escritores que vivieron literalmente y que identificaron la vida y la literatura han pasado ya a la historia, los últimos fueron Valle-lnclán, Manolo Machado y Ramón Gómez de la Serna, y el último que nos queda es Paco; los poetas de la generación del 27, quizá con la excepción de Lorca, fueron todos traidores de clase y se ampararon siempre en la cátedra a la medida o en los subterfugios políticos de un signo u otro. 

A Paco se le niega el pan y la sal por los bien pensantes repartidores de prebendas, que son siempre los mismos; a la literatura de Paco no le cogen el saludable aire que respira sino un par de críticos, quizá tres, y a la figura de Paco se le cierran las puertas de la Academia porque no acierta a sonreír a los mayores en edad y gobierno, que no en dignidad, con acatadora disciplina. No son buenos los tiempos que corren para las bellas artes en verso y prosa, señalamiento no poco peligroso y confundidor; pero esto no es culpa de los escritores, sino de quienes aspiran a manejarlos y casi siempre lo consiguen. Paco se escuda en el talento y la paciencia, y su gran venganza es seguir escribiendo sin desmayo y con tanta maestría como eficacia. El último hito de su camino se llama «Las señoritas de Aviñón».


Umbral en cueros
CAMILO JOSÉ CELA, 1998

O en pelota, en singular, de pelota, pelo, piel, no en pelotas, en plural, de pelota, testículo, en acepción que no recoge el diccionario de la Academia. Umbral, en cueros, resulta muy lúcido y como dice doña Genoveva, mi vecina del tercero C, doña Genoveva de Bergareche y Méndez, profesora en partos, “está para comérselo”. Umbral es lo contrario de un culturista y tiene unas redondeces literarias y antigimnásticas que le dan un encanto peculiar y rebosante de sabiduría. Umbral, en sus tres fotos en cueros, no lleva encima más que las gafas y el reloj de pulsera y se tapa con una vieja maquinita de escribir, ni siquiera eléctrica, las partes pudendas,- aquella zona del organismo que fray Jeremías de las Sagradas Espinas, en su libro «¿Es grave pecado el baile agarrado?», llama las partes vergonzosas. Umbral tiene el gesto serio y sereno, la mirada un sí es no es perdida, el torso convencional y tirandillo a monocorde, los brazos flacos y largos, los dedos bien dibujados y también largos, los hombros estrechos, la melena abundante y los pezones y el ombligo en su sitio y bien puestos. Umbral no tiene barriga ni caderas, ¡enhorabuena, compañero!, y es normal y contenidamente peludo, esto es, peludo sin exceso y con suficiente y elegante presencia, nótese que los románticos verdaderos no suelen ser demasiado peludos ni aparatosos. 

El texto al que ilustran las fotos de Umbral en cueros es de su autoría, se titula “Historias de amor y viagra” y se adorna de un delicioso y sabio erotismo al que redime su calidad; nadie olvide que Umbral, ese gran escritor al que la Academia, en su desbarajuste, le viene negando un sitio entre los inmortales, es uno de los tres grandes prosistas del siglo XX español (los otros dos somos Valle-Inclán y yo, los tres ex aequo). 

A Umbral, los amantes de la literatura tenemos que agradecerle, entre otras muchas cosas, su mantenido esfuerzo por recrear día a día y punto menos que heroicamente la figura del escritor que no se casa con nadie, que hace y escribe lo que quiere y su mucho talento le permite, que llama a las cosas por su nombre y que, por sistema, ni rinde culto al que manda sin decoro ni aplaude al que obedece sin dignidad, lo que supone un difícil y artístico equilibrio que no suele rendirse a casi nadie. 

Umbral, en cueros, es el ejemplo que todos los españoles deberíamos atrevernos a seguir, puesto que la ropa disfraza y hasta confunde; repárese en que el día del Juicio Final todos estaremos desnudos y sin otras mejores ni mayores defensas, y que las ánimas del cielo, del purgatorio o de la caldera de Pedro Botero no estarán cubiertas de impedimenta ni de disfraz alguno. El Umbral de las fotos en porreta bien pudiera decir como Cervantes: Desnudo nací y desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. 

Cuando entré en la Academia, hace algo más de cuarenta años, en la portada del diario Arriba publicaron una foto mía en la ducha y dándome jabón en la barba; yo entonces llevaba barba y me la afeité cuando empezaron a dejársela los hijos de familia y los empleados de las cajas de ahorro. La gente, al ver aquella fotografía, creyó que había llegado el fin del mundo y un colaborador del Ya afirmó que lo más probable es que yo fuera el Anticristo; después se vio que no y el personal se fue callando poco a poco. 

A mí me parece que este panorama de Umbral en cueros es muy saludable para la buena marcha de la República; Platón le hubiera puesto un marco, sin duda alguna, y le habría hecho un sitio en su mesa de noche, encima del departamentito de las zapatillas y el orinal. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario