sábado, 12 de octubre de 2019

Camilo José Cela




CAMILO JOSE CELA




domingo, 28 de julio de 2019

Los niños de Ruanda



LOS NIÑOS DE RUANDA

Los niños de Ruanda no se visten de letras,
los niños de Ruanda no se visten de cifras,
los niños de Ruanda
están en los hospicios de la nada,
están entre los cielos de la guerra,
están entre las ruinas de ese cielo
y pisan con sus pies de uñas ingenuas
el suelo de su Luna, que es la Tierra.

El cardo y el neumático y el hambre
forman la multitud de sus ciudades,
ciudades que hace el viento una mañana
y deshace a la noche con más viento.
Los niños de Ruanda, en el crepúsculo,
se cuelgan de los cables y las vigas,
de la ruina de un país inexistente,
comen pan con hormigas y con moscas,
comen pan alfabético y escaso
y buscan un chelín entre derribos.

Hay sandalias y estrellas por la senda,
falta un niño al final de sus sandalias,
los niños de Ruanda un día se pierden
y amanecen descalzos, sin planeta.
Los niños de Ruanda van de arcángel,
la enfermedad les pinta mapamundis,
tienen grandes chaquetas de esqueleto
y un botón de abrochar, como un domingo.

Los niños de Ruanda, una mazorca,
una bomba pacífica de mano,
proyectil amarillo que se come,
los niños de la guerra, solitarios,
juegan en el gran día de sol negro
con el juguete inmenso de una guerra.

FRANCISCO UMBRAL

Poema de presentación del catálogo de la exposición "El País de los Niños Perdidos", de Matías Costa, 1999.

sábado, 25 de mayo de 2019

Camilo José Cela



Cela (Breve apunte umbraliano)

En los 40/40, cuando el conservatismo nacional no conserva nada, por ignorancia y por cinismo, Cela pone en pie a los primitivos, el Cancionero de Baena, los clásicos, el barroco castellano, Torres Villarroel y el 98. Cela es el hombre/costura que remedia literariamente el desgarrón de la guerra. Frente a un tradicionalismo ágrafo que desconocía sus propias tradiciones, o las había reducido a paremiología y ropero, Cela entronca con la verdad nacional de todas nuestras lenguas, remontándose hasta el latín estropeado de San Millán de la Cogolla. Cela, hoy, es más que nada una metáfora: la manera que tiene la inteligencia y la cultura de conservar, reentoñando, revitalizando, y la manera que tienen los conservadores de tapar la Puerta de Alcalá con un rascacielos hortera (Torre de Valencia), de desertizar las calles de Velázquez y Príncipe de Vergara, más los bulevares, de Colón a Rosales, en "la gran fiesta de los taladros" (Lorca), para que corran más coches. El esquematismo derecha/izquieda ha impedido estudiar el sentido lúcidamente conservador de todas las izquierdas españolas, siempre más ilustradas que arrebatadas. España, país saltatumbas, tiene una izquierda culta que no se merece. Lo de la "horda" es un invento de la derecha invicta. Escribe Cela y acuden primitivos, toca en su flor de prosa y suenan arciprestes y barojas. (Al margen los metecos sajonizantes.) Así, sonando a siglos, se escribe castellano, anda la Historia.

(Umbral, 1984)

martes, 19 de marzo de 2019

Diccionario




Diccionario Francisco Umbral:

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A
Abril
Artículo
Autorretrato

C
Camilo José Cela
Columna
Cultura
Cumpleaños

D
Domingo

F
Frío

L
Lencería
Literatura

M
Madrid
Madrugar
Mano
Metáfora
Musa

P
Premio
Presente
Prosa
Prosa Sonajero

U
Umbraliana
Umbraliano
Umbralismo

Y
Yo

Reseña: Un ser de lejanías (2001)




El Cultural, Miércoles 18 de Abril de 2001
Un ser de lejanías

Un ser de lejanías semeja un diario íntimo (quizás sería mejor llamarlo interior) tratado con procedimientos verbales cercanos a la intensidad, esencialidad y gratuidad de la lírica. Es eso que suele calificarse como literatura pura. 

SANTOS SANZ VILLANUEVA 

Los últimos libros de Francisco Umbral (Madrid, tribu urbana y El socialista sentimental) comparten una explícita dimensión cronística, por encima de la particularidad del género que los ahorma, el memorialismo y la novela, respectivamente. En el nuevo fruto de su incesante escritura, Un ser de lejanías, da un giro en apariencia completo. Aquí lo externo apenas consiste en una plataforma sobre la que desplegar un texto sin género específico de un intimismo absoluto, o casi.

La distancia entre estos tres títulos muestra un par de cosas. Por un lado, la versatilidad de un escritor que, desde sus orígenes, ha dado pruebas constantes de moverse con parecido acierto en distintos dominios de la prosa, ya sea la urgencia testimonial, ya la esencialización poemática. Por otro lado, que no existen compartimentos estancos entre las modalidades que frecuenta. En todas ellas se perciben unos hilos que sostienen la globalidad de una forma de entender la literatura consistente en el entrelazado de subjetivismo, autobiografía y fascinación por el idioma.

Con estas vetas sustanciales cuaja un estilo que en otra ocasión traté de definir refiriéndome a un “género unipersonal”. De este modo, los tres títulos arriba citados, siendo tan distintos, resultan cercanos. Sólo el acento puesto en uno de sus ingredientes determina a la postre la cualidad artística de un libro de Umbral. Valga esta explicación para decir ya, sin más preámbulos, que “Un ser de lejanías” intensifica la vertiente lírica. Bajo ella subsume un levísimo valor de crónica de actualidad, más una forma memorialística expuesta en una especie de diario, “o lo que sea”, como apostilla el propio autor.

Dicho de otra manera, “Un ser de lejanías” semeja un diario íntimo (quizás sería mejor llamarlo interior) tratado con procedimientos verbales cercanos a la intensidad, esencialidad y gratuidad de la lírica. Es, en su mayor parte, eso que suele calificarse como literatura pura, y enlaza, en la trayectoria de Umbral, con la elegía por el hijo, “Mortal y rosa”, y el homenaje a la madre, “El hijo de Greta Garbo”. Hasta cabría sospechar que añade ahora el capítulo que faltaba para formar con estas dos obras una trilogía familiar distanciada por los años.

Sería, visto así, el episodio referido al padre, el propio Umbral, en sus arrabales de senectud, por decirlo a la manera manriqueña recordada en el texto. El personaje surge enfocado desde el latido del paso del tiempo y sus consecuencias, el triunfo vano (gozoso e insatisfactorio) y el miedo intranquilizador. El estremecimiento ante el tiempo me parece el motivo más importante del día a día. La temporalidad, uno de los temas poéticos por excelencia, intemporal y universal, nutre este libro que viene a ser un poemario en prosa; o, si se quiere, poesía auténtica despojada incluso de la rémora del verso, como en el proyecto final de Juan Ramón Jiménez, a quien se cita, y no por casualidad, varias veces.

Otro bloque fundamental de asuntos del diario aborda cuestiones artísticas. Insiste Umbral en conocidas posturas suyas planteadas con su habitual criterio excluyente. Rechaza rotundo el interés de los contenidos, no sólo en las letras, también en las artes plásticas o en la música. Reniega del realismo. Alaba la “literariedad” con el apoyo de una peculiar lectura del formalista ruso Jakobson. Hace un encendido elogio de la metáfora. Y, en fin, proclama un ideario personal: “he aspirado a escribir la escritura”, dice.

La suma de estos principios, esta “poética” umbraliana, cobra plasticidad anecdótica en el pasaje en el que explica cómo ha ido desterrando los cuadros figurativos, con historia, de las paredes de su casa y los ha sustituido por pintura abstracta. “Un ser de lejanías” es coherente con esta perspectiva; casi, incluso, viene a ilustrarla. Breves pasajes toman pie en un pretexto, a veces nimio, para desplegar un metaforismo caudaloso.

Merece la pena anotar la raíz de la mayoría de estas metáforas. Guía al autor el propósito confeso de asociar realidades lo más distantes posibles, pero no son, por lo común, resultado de un ejercicio intelectual. Al contrario, predominan las metáforas casi inmotivadas, subconscientes, oníricas a veces. Surgen así asociaciones inesperadas, reveladoras; tan extrañas algunas como hermosas. Un paisaje, una mujer o una sensación se convierten, por medio de comparaciones o sinestesias, en imágenes inusitadas; vigorosas, emocionantes y cálidas, además, porque no proceden del cálculo frío de la razón sino de la alquimia verbal o de la intuición.

De este modo, Un ser de lejanías cumple en buena medida la ambición de convertirse en literatura en estado puro. De ello da fe una parte del libro, con secuencias tan redondas y admirables como la que lo abre. Otros pasajes, en cambio, aún conservan algo del peso anecdótico. Podría haber sido el autor más radical y haberlos suprimido. Sobran, desde este punto de vista, las cenas con Cela y los comentarios sobre su personalidad, por ejemplo. Son obstáculos para esa suprema meta de presentar una creación autónoma, valiosa por sí misma y no por contraste con un referente ajeno. Que es lo que se alcanza en la mayor parte de este gran libro: creativa y novedosa expresión verbal depurada de casi todo lo que no sea el sentimiento y la emoción decantados.

domingo, 17 de marzo de 2019

Tres portadas de Magritte



Umbral y la falsa portada de Magritte
JUAN CILLEROS

Según aparece en la página de la Fundación Francisco Umbral, hay siete libros incompletos e inéditos de Umbral y que hasta día de hoy siguen sin estar publicados. 

01. Los guantes de Rubén, 53 hojas.
02. Antimemorias, 23 hojas.
03. Autobiografía, 88 hojas.
04. Memorias incompletas, 20 hojas.
05. Memorial del fuego, 218 hojas.
06. Diario con guantes, 143 hojas.
07. Esnobismo y vanguardismo, 137 hojas.

Tres títulos parecen ser ensayos; uno sobre Ruben Darío, otro sobre el esnobismo y el vanguardismo y "Memorial del fuego" dedicado al terrorismo de E.T.A. "Diario con guantes" tal vez sea una recopilación de aquella página que escribía los domingos en El Mundo y que tenía ese título.

"Autobiografía", "Memorias incompletas" y "Antimemorias" parecen los títulos de un proyecto más personal, lírico e íntimo. ¿Qué habrá escrito Umbral en estas páginas? 

Desde que Umbral se fue en aquel verano del 2007, a veces me da por imaginar como sería su nuevo libro, su nuevo diario. Y leyendo mis cuadernos de notas "umbralianos" apareció este título "Elogio de noviembre" y me gustó por lo que sugiere: el paso del tiempo y sus remansos de niebla y luz. 

Cómo escribió Umbral:

"El título de un libro, si es acertado y exacto, o vagamente sugerente, encierra todo un proyecto de vida, de labor, toda una orientación, una iluminación, y por eso somos partidarios de empezar por el título, que es, en sí, todo un programa de trabajo. Si no tengo título no empiezo a escribir".

Así que me imaginé que éste podría ser el título de su nuevo diario y elegí para la portada del libro, un cuadro de Magritte, "La belle societé" (1966) pintada por el artista poco antes de morir  (ya sé que la idea no es muy original por que "Un ser de lejanías" (la primera edición) tenía un cuadro de él, pero el hombre tocado con un bombín y sin rostro, alter ego del propio Magritte me sigue fascinando).

Para crear el libro "Elogio de noviembre" he ido recopilando textos que Umbral fue publicando en El Cultural en su sección "Por el camino de Umbral" durante los años 1999-2001, pero cuando vuelvo a leerlos sé que le faltan algo (tal vez el tono sombrío y hondo) para poder formar parte del diario crepuscular de los últimos años de Umbral.

Así que los lectores de Umbral tendremos que esperar a que algún día se publiquen sus "papeles inéditos" para volver a leer su prosa poética, cansada y ensimismada con el idioma.

martes, 12 de marzo de 2019

Elogio de noviembre



"Elogio de noviembre" de Francisco Umbral es el título del último diario que escribió el escritor madrileño en su famosa Dacha durante sus últimos años. Umbral ya se había retirado de la vida cultural debido a problemas de salud y plasma en estas páginas sus reflexiones más íntimas y sinceras consigo mismo.

Este diario permaneció inédito todo este tiempo y sólo ahora sale a la luz, después de que apareció olvidado en una de sus carpetas azules.

jueves, 7 de marzo de 2019

El escritor y su máscara




EL ESCRITOR Y SUS MASCARAS

UMBRAL, Francisco

El dandy entre paletos y casposos, 
el seductor de señoras y señoritas, 
el comunista deslenguado que no se casa con nadie, 
el intérprete y partícipe de la movida, 
el escritor que en quince minutos diarios y sin esfuerzo da a luz una prístina columna, 
el hijo del pueblo que se codea con la altísima sociedad, 
el joven que recorre los barrios bajos de un Madrid subdesarrollado, 
el vallisoletano de Madrid, 
el debelador de homosexuales que pueblan algunos lugares de la noche del tardofranquismo, 
el que también de noche llegó al café Gijón cargado de una prosa ligera y profunda al mismo tiempo, 
el maestro del nombre propio en negrita 
y, sobre todo, el personaje único e inconfundible no solo cuando va a comprar el pan sino en cualquier circunstancia, 
el hombre hecho a sí mismo sin ayudas, a veces snob y a veces burgués, 
el fiero o vengativo creador que inmortaliza o hunde inmortalmente a amigos o enemigos, pues aunque él se presente como un joven malvado otros prefieren situar ese logro en su madurez. 

de JOSE IGNACIO DIEZ FERNANDEZ

Texto extraído del Prólogo del libro: "Francisco Umbral. Entre la novela y la memoria (1965-2001)" de Eduardo Martínez Rico.

La intuición y el oficio



La intuición y el oficio
SANTOS SANZ VILLANUEVA, 1999

La escritura de Francisco Umbral se despliega, cual rosa de los vientos atraída por estímulos múltiples, en muchas direcciones, novela, ensayo, crítica, reportaje, diccionarios... Todo ello bajo el doble requisito de la expresión literaria y del autobiografismo. Y, a la vez, como manifestaciones particulares de un impulso genérico que se resume bien en una palabra, crónica.

Umbral viene haciendo, desde hace cuatro décadas, la crónica general de España, tanto de un ayer no muy remoto como de un presente actualísimo, pero no a la manera del testigo imparcial o del historiador veraz, sino a su peculiar modo que consiste ante todo en la primacía de la subjetividad.

No se prohíbe el escritor las escapadas ocasionales a los territorios de la elegía o de la indagación antropológica, pero dicha crónica impregna los varios géneros que cultiva, los cuales, por ello mismo, tienen muy delgadas fronteras. El yo del autor los unifica todos. Siempre, en una página de Umbral escuchamos a Umbral. No porque hable de sí mismo, que lo suele hacer, sino porque cualquier realidad que toque la convierte en materia viva de su propia experiencia. No glosa los hechos, se glosa a sí mismo, al impacto que los sucesos producen en él. Su literatura, de este modo, se convierte en iluminación del tiempo del escritor desde la perspectiva de un testigo cualificado.

Esta actitud encuentra, claro está, un molde especialmente propicio en una dirección de la escritura umbraliana que arriba no he mencionado, el periodismo. Pero, lo mismo que pasa con el resto de su obra, tampoco esta labor por esencia volandera resulta fácil de encasillar, describir y, mucho menos, de definir, ya que es hija de una fuerte personalidad. Es y no es, a la vez, Umbral periodista cultural, columnista político, articulista de costumbres. Cada una de estas fórmulas sirve, pero todas ellas las supera, las desborda y las refunde en un género.

El molde periodístico por excelencia de Umbral se rige, creo, por una ley personal basada en la aleación de tres principios: observar, divagar y opinar. Sus artículos descansan, con toda la flexibilidad que se quiera, en ese trípode electivo. Observa como testigo y en cuanto tal apunta un acontecimiento, y hasta da noticia de él. Pero no se sujeta al suceso anotado. Algo, siempre una anécdota privada, tal vez una conversación o un encuentro, rompe esa línea y da pie a incursiones laterales.

Por haber acuñado a base de intuición y de oficio, también de maestría idiomática y de originalidad, un género periodístico de raíz literaria tiene Francisco Umbral asegurado un puesto propio en la historia de la prensa española. Su nombre, tras los de Larra y González-Ruano en el tiempo, constituye un jalón inexcusable de esa historia.

martes, 5 de marzo de 2019

Día vacío




Esta página rasgada del diario de Umbral no apareció en su libro "Un ser de lejanías". Madrid estaba lejos y en la Dacha se oía el zumbido del espacio.



DIA vacío, día hecho sólo de tiempo. El cielo está de un azul que se percibe como blanco. ¿Es primavera? Es Creación. La gata bebe en el borde de la piscina, se envenena con un agua que viene de los meses pantanosos y que le sienta admirablemente. Apoyada en el borde, se pone vertical y roza el agua con su lengua. Su rabo dibuja un número en el aire. En días así se oye el zumbido del espacio, se percibe el universo con su fina cristalería, que acaba siendo una sola copa ancha y clarísima donde se transparenta la realidad como sólo la transparentan las copas. Y no quiero sustituir nada de esto por una conversación política o literaria, por el navajeo de las minucias sociales. Madrid está lejos y hoy es día de sentirse un ser de lejanías. Mi propia vida, con sus enfermedades y sus signos, me parece lejana, inexistente, soñada, sin la carga novelesca de la biografía. El magnolio crece a la ancho y los pinos a lo alto. Del barroquismo del pino, tronco y copa, luz y resina, creo yo que nació el barroquismo de la escultura en madera de pino.

UMBRAL, Francisco (Sábado, 30.03.97)

lunes, 4 de marzo de 2019

Artículos dedicados a Umbral




ARTÍCULOS DEDICADOS A FRANCISCO UMBRAL:

Haz un CLICK en los títulos para descubrirlos:


Columna: Arte de lejanías




El Mundo. Lunes, 7 de junio de 2006
LOS PLACERES Y LOS DÍAS

Arte de lejanías
FRANCISCO UMBRAL 

No debe uno sentirse maestro porque los discípulos -y las discípulas- los trae la poesía y el ferrocarril. Conocí a Ángel Antonio Herrera cuando vino a buscarme en un coche de Madrid. No puede uno decir «a ése le traje yo a Madrid», porque lo cierto es que me trajo él a mí y durante el viaje le convencí para que se quedase en la capital, porque le veía con cualidades, con género literario y con insolencia suficiente para triunfar en la Gran Vía. 

Desde entonces -qué entonces- Ángel Antonio Herrera, con ese nombre de joven poeta garcilasista, no ha dejado de darme sorpresas. Vive sin levantar la voz y encuentra trabajo yo no sé dónde porque no ha vuelto a darme la lata. Cuando yo creía que estaba descubriendo a un gran reportero lírico, irónico y nocturno, me dio el susto con un libro de versos que toma su título, me parece, nada menos que de André Breton: El demonio de la analogía, mientras yo soportaba la tortura de otro poeta mínimo y diabólico: el Barnatán. El tal libro es de una calidad muy depurada y no sabía yo que en Albacete se manejaban con tan grande sutileza ramoniana, porque Ángel Antonio es de Albacete, aunque parezca más bien un guitarrista delgado y moreno que cuando me encuentra en la noche, más allá de las doce, en seguida se pone a reñirme y amenazarme, pues, desde su escandalosa juventud no ha hecho otra cosa que burlarse de los viejos que todavía aprovechan la oportunidad para irse a Albacete a dar una conferencia mal pagada. Lo cual que Ángel Antonio es el poeta que más me plagia en prosa, dejando para mí tristemente, La soledad del corredor de fondo. 

Desde aquel viaje a Albacete, Ángel Antonio ha publicado varios libros de poesía, todos buenos, ha arrancado con el reportaje lírico en varias revistas y, cuando se pone, es el que mejor me plagia, ya digo. Pedro J. Ramírez, que parece el director de un salmón de Wall Street, ha cuidado mucho de equilibrar eso con unas escuadras juveniles de buenos escritores. Por eso, el periódico, éste, se vende. 

Por navidades, Ángel Antonio me regala unos botellones de Diorissimo, en competencia con Beatriz. Ha hecho las dos carreras: la del periodismo canalla y la del lirismo exquisito. No necesitaba ya plagiarme un poco de vez en cuando, porque él es inagotable, pero los dos sabemos que eso del plagio es un juego de provincias. 

Una vez se vino a la dacha a hacerme una biografía más bien mala y asimismo me ha plagiado mi Fábula del falo. En nuestros encuentros nocturnos me mira con dulce desprecio, porque me ve como un humilde protegido y plagiario de A. A. Herrera. Pero a veces me da un euro para la última copa. Por Madrid andan algunos chicos y chicas que aprendieron pronto a escribir mejor. No es mérito mío sino que ellos se fijan. 

"Arte de lejanías" es un libro selecto y al día. Herrera se ve que está al rollo. Nos mandaron a una tele y descubrí que Ángel hacía de joven activo y yo hacía de ancianito marchoso. Cogí el abrigo y me fui. La próxima vez espero que ya no me riña por trasnochar.

Umbralianos




Recojo aquí, en esta sección llamada: "Umbralianos", los nombres de aquellos autores que han aportado su visión esclarecedora sobre la obra de Francisco Umbral:

- Miguel García-Posada
- Santos Sanz Villanueva
- Angel-Antonio Herrera
Bénédicte de Buron-Brun
- Jean-Pierre Castellani 

- José Ignacio Díez Fernández
- Eduardo Martínez Rico
- Carlos Ardavín 


El Rastro




sábado, 2 de marzo de 2019

Hemeroteca



He reunido aquí en esta pequeña hemeroteca "virtual" un montón de cosas sobre el escritor FRANCISCO UMBRAL.

Haz un CLICK en los títulos para descubrirlos:

A) ARTÍCULOS DEDICADOS A FRANCISCO UMBRAL:

B) RESEÑAS DE SUS LIBROS:

C) ENTREVISTAS

D) UMBRALIANOS

E) MUSAS:

F) AUTORRETRATOS:

G) SERIES:

Animales sagrados

H) DICCIONARIO

I) OBITUARIOS:

Libro: Mis queridos políticos (2017)



Libro: El tiempo reversible (2015)



Umbraliana
BORJA HERMOSO


Umbral hacía las maletas y al día siguiente, en lugar de mandar la columna a EL PAÍS, pues ya la mandaba como si tal cosa a El Mundo, o al ABC, pero lo del ABC duró tirando a poco, tirando a nada, que la derechaza no estaba dispuesta a comulgar con hostias rojas, y mientras él seguía a lo suyo –una notaría intransigente de la idiotez y la grandeza de España-, que si las jais, que si cómo era posible que un abogado del Estado como Aznar pasara de lo banal al mal, que si Pachá, que si Alaska, que si Guerra, que si la guerra, que si el felipismo como desilusión, que si Fernán-Gómez y váyase usted a la mierda, que si el minué en la nieve de Baqueira y el cortejo de memos disfrazados de importancia esquiando de oídas en torno al Rey… y por cierto, en el entretanto, los directores de los periódicos, que se robaban a Umbral, amortizaban el robo –vamos a decir fichaje- como una muesca más de aquella guerra de medios que –por pasta y por el aquí estoy yo con los cojones sobre la mesa, fútbol, política y poder,- puntualmente, mañana sí y mañana también, le contaban al lector, que será tonto a ratos, como los periodistas, pero no gilipollas integral, como no lo son los periodistas aunque, vaya, algunos se esfuerzan, pero sobre todo se esforzaba Umbral, en la Dacha, en vaqueros, mocasín, blazer y pañuelo al cuello, oye, Umbral, no jodas, que esto no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca, le soltarían tímida, urgentemente, los directores de periódico, que lo tuvieron siempre como lo que son los grandes de la columna, coartadas para todo lo demás, léase ilustres fusibles de escritura brillante y andanada dispuesta, que siempre estuvieron ahí como escaparates de aparente libertad para que luego las muy humanas y empresariales tropelías del día a día que se cometen en una redacción –como en la vida- no lo parezcan tanto, y en esto sale un libro de color naranja con cien columnas de Umbral "El tiempo reversible", (editorial Círculo de tiza), que si “la ETA”, que si los Rolling, que si el Cervantes, que si el Gijón, que si el AVE, que si Rimbaud, cien píldoras de Umbral a consumir sin moderación para saber qué es de verdad escribir en los periódicos y no casarte con nadie, ni con tu madre –que esto no toca, Paco, no me hagas esta faena, debía de decirle sigilosa, sincera, tajantemente Pedro Jota cuando llovían chuzos de punta, pero en situación, o sea durante una cena en Jockey o meando en el váter del Club Siglo XXI así, para domesticar a la bestia, que no se dejaba o se dejaba poco, o quién sabe, que al final Umbral tampoco es que fuera un encanto, ni un ácrata de la tinta ni tampoco Bernadette Soubirou, aunque alguna Virgen sí que se le aparecía por la Dacha de cuando en cuando en forma de imagen, de metáfora, de torpedo, y entonces, ahí, sí, ahí uno lo imagina calmando al director de periódicos –tranquilo, tranquilo, Pedro, tranquilo, Juan Luis, tranquilo, Luis María…- y ya escribiendo mentalmente la columna, esbozando el zarpazo elegante y la reflexión punki englobados en un “os vais a enterar”, y todos se beneficiaron -nos beneficiamos- de su magisterio en la última, que si Diario de un snob, que si Spleen de Madrid, que si Los placeres y los días… y los primeros, por este orden, los lectores, antigua razón de ser de los periódicos antes del advenimiento de los gestores, y en segundo lugar la gente de las redacciones, que aprendían a ver si se les pegaba algo, y en tercer lugar los directivos de los periódicos, porque Umbral, género en sí mismo con principio y fin, vendía periódicos a troche y moche porque había gente –oh, milagro- que compraba esa cabecera porque escribía ese señor en ella, no porque necesariamente le gustara esa cabecera, así que el acto del miércoles en el Círculo de Bellas Artes, con gente de EL PAÍS y gente de El Mundo saludándose, abrazándose y contándose las alegrías y las penas que son el común denominador del santo oficio, recordando tal o cuál saeta de la era umbraliana, dejando claro que la gimnasia periodística viene siendo la misma cuadrada o redonda, verde o azul, a la derecha o a la izquierda del Padre (en el muy hipotético caso de que eso exista, el Padre, la derecha y la izquierda, queremos decir): un cobrar a final de mes por escribir, por informar y por tratar de no ser demasiado asnos, y con Casimiro García-Abadillo –a la izquierda, calzón corto, director de El Mundo- y Juan Cruz –a la derecha, calzón corto, adjunto al director de El PAÍS- dándose la palabra entre sonrisas y hasta entre risas y dejando atrás tanta hiel y tanta tontería cainita que al lector no importa, y Antonio Lucas (El Mundo) y Manuel Jabois (ex El Mundo reciclado a EL PAÍS), esperanzas blancas, casi robinsones, junto con unos pocos más de un cierto tipo de periodismo que se va yendo por los desagües del pragmatismo o el despiste empresarial y por la túrmix del ritmo de los tiempos, donde el lector, o lo que sea que quede ahí fuera, ha ido decidiendo, y en gran parte nos lo hemos ganado a pulso, que –digámoslo así- el periodismo ya no está de moda, pero nos queda Umbral, en la hemeroteca y en los libros, oiga, póngame un umbral, a ver si se me quita la tontería.


Publicado en El País, jueves 30 de abril de 2015

Libro: ¿Y cómo eran las ligas de Madame Bovary? (2003)




Libro: Cela, cadáver exquisito (2002)



Libro: La república bananera (2002)



Libro: Los alucinados (2001)



Libro: El socialista sentimental (2000)



Libro: Historias de amor y viagra (1998)



viernes, 1 de marzo de 2019

Umbral & Larra



Libro: La derechona (1997)



Libro: La forja de un ladrón



Libro: Capital del dolor (1996)



Libro: Madrid 650 (1995)



Libro: Los cuerpos gloriosos (1995)



Libro: Diccionario de Literatura (1995)



Libro: Las señoritas de Aviñon (1995)




Mi amada tía Algadefina
JUAN CILLEROS (Enero, 1996)


La novela son unas falsas memorias del autor ambientadas en la década de los veinte y principios de la Guerra Civil. Narra los días vividos por él y su familia en la transición que va de la Belle Epoque, las dos Repúblicas, hasta el glorioso alzamiento del César Visonario.

Todo lo que Umbral nos cuenta es fruto de la memoria familiar, y de su imaginación literaria, incorporando en la narración a personajes ilustres de la vida social y cultural española: Picasso, Unamuno, Eugenio D’Ors, Valle Inclán, Ruben Darío... a los cuales los hace hablar con un brillante estilo literario, cercano al mundo de cada uno de ellos.


Después de haber leído “Las señoritas de Avignon”, me atrevería a decir que toda la novela es un pretexto, un ejercicio freudiano de manual, a través del cual Francisco Umbral, convertido en personaje literario puede cometer dulcemente el libidinoso incesto, con su amada tía Algadefina, una joven mujer que murió tuberculosa en una habitación azul.


Libro: La rosa y el látigo (1994)



Retrato de Chema Conesa



Francisco Umbral visto por Chema Conesa

Libro: Memorias borbónicas (1992)




Libro: Del 98 a Don Juan Carlos (1992)



Libro: Mis placeres y mis días (1994)



Libro: Las palabras de la tribu (1994)



Libro: La década roja (1993)



Libro: Memorias eróticas (1992)




Libro: El socialfelipismo (1991)




Libro: Crónica de esa guapa gente (1991)



Retrato



"En verso o prosa, supongo que algo de mi lirismo heredado se transparenta en todo lo que escribo. Y el lirismo no es sino la manera más aguda, dolorosa y sensible de sentir el mundo, que es más entenderlo o descifrarlo. No hay otra cosa que la belleza errante e inmensa, la hermosura desatendida que he procurado reunir en mi casa, del gato al árbol gigante, porque ella perfuma transidamente todo lo que digo. No hay otra cosa que valga la pena".

de "Diario político y sentimental", Francisco Umbral, 1999


Libro: Y Tierno Galván ascendió a los cielos (1990)




Libro: La escritura perpetua (1989)