viernes, 22 de febrero de 2019

Animales sagrados: Antonio López




Animales sagrados: 
LA VERDAD DE ANTONIO LOPEZ

por FRANCISCO UMBRAL

Vive Antonio López como si hubiera fracasado. En un chalet como bombardeado, en una colonia incógnita como ésa donde pasaban los misterios de Ramón Gómez de la Serna. Anda uno por la casa pisando ladrillos viejos, asomándose a estancias de fracasada carpintería, siguiendo barandales de fábrica o almacén, pintados de un rojo industrial y deliberadamente desagradable.

Antonio, Antoñito, no tiene una casa de artista, ni siquiera de artista pobre, sino de tipo que recoge cartonaje por las noches de Madrid y mira la televisión que no hay desde un sofá agonizante, decolorado, que no pertenece a ningún momento de la estética, a ninguna historia del mueble, sino a la prehistoria de la pobreza. El lobo es muy guapo, se llama Emilio y muerde. El mayor pintor español desde Velázquez quizá guarda la gloria y los millones debajo de este sofá calamitoso en que ahora me siento. Vive Antonio López con una dulce mujer, Mari, y con las estatuas de su hija cuando era pequeña. El hombre que ha impuesto la estética del fin de siglo, huye naturalmente de la estética, en su intimidad, y cultiva lo feo y hasta lo mísero con paciencia y gusto de trapero de la gloria.

-Tu fidelidad a la verdad de las cosas, que llega a ser obsesiva, ¿no tiene un fondo moral?
-Pues naturalmente que lo tiene. Lo moral es ser fiel a uno mismo, ir adonde uno tiene que ir. Yo quiero llegar hasta el final de lo mío y cada día me apasiona más la piel de las cosas, la realidad de los objetos.
-¿Cómo se llama esa fidelidad a la moral?
-Rigor.
-Antonio, ya sabes que conozco tus cuadros de juventud, tan poéticos, tan bien hechos, tan imaginativos. Ahora me parece que eres como más analítico.
-Sí.
-Y entre todo ese jaleo de verdad, moralidad, rigor, análisis y cosas ¿no has perdido el elemento poético?

Ríe con su risa inteligente, campesina y buena.

-Eso está muy bien. Pero me da igual. Yo sigo a lo mío, como te he dicho. Quiero saber qué hay al final. Hago lo que tengo que hacer.
-Aunque hables de valores morales, Antonio, eso que dices no suena más que a subjetividad.
-Claro. Pero todo depende del canon. Si el canon es Zurbarán, el Greco resulta efectista. Si el canon es el Greco, Zurbarán resulta tosco.

Antonio va de zapatillas y pelo al cero. Tiene un hermoso y proporcionado cráneo, que en su armonía explica ya el clasicismo del pintor. Le falta un diente al lado derecho, pero esto sólo se le nota cuando se ríe, y hasta le hace simpático, infantil, chico de pueblo. 

-¿Nunca traicionas el modelo por conseguir un efecto?
-Jamás. Si yo he elegido ese modelo, persona, cosa o paisaje, es porque me gusta. Y si me gusta ¿para qué voy a traicionarlo?
-Tú expones y viajas por el mundo, Antonio. ¿Has visto o descubierto otra pintura, algo que venga detrás de vosotros?
-No. Creo que todo está vigente, que todo vale, pero no hay nada nuevo ni la gente lo pide.
-A veces tus exposiciones llenan un museo completo, como las de Goya y Velázquez. Y acuden cientos o miles de personas. ¿Tú crees que todos te entienden?
-No. Ni falta que hace. Que cada uno se lleve lo que quiera o lo que pueda. Con eso basta. Es bueno que la gente se acerque al arte y no hay que pedirle más.
-Quiero decir que tú, como Velázquez y a veces Goya, ofrecéis un asidero de realidad, de inmediatez, y gran parte del público se agarra ahí y cree que os comprende, que os ha entendido y disfrutado.
-Efectivamente. Se quedan en esa superficie. Pero a mí me basta. El arte es cosa de unos pocos y no se puede pedir más.
-Es una manera de decir que no te entienden.
-Me entienden a su manera, que también es válida.
-¿Tú eres de pueblo o del pueblo?

Ríe como dándome a entender que no entra en ese juego.

-El retrato.
-Hay dos maneras de hacer el retrato. Cuando Velázquez pinta a su rey está pintando a un hombre que ha conocido desde niño, y eso se nota. Cuando retrata a Inocencio X se está enfrentando a un hombre al que quizá sólo ha visto un par de veces, y lejanamente. Han dicho que Inocencio X tiene en ese gran retrato cara de mala leche. Yo creo que sencillamente se está defendiendo. La mirada de Velázquez era muy poderosa, con mucha carga mental, y el Papa no acababa de saber muy bien por qué tenía que soportar a aquel individuo.

Un amigo biólogo trae queso, jamón y vino, todo manchego. Antonio me muestra un botellón de Vega Sicilia que debe valer sesenta mil pesetas y que la marca le regaló porque les hizo una viñeta -unas flores- para ilustrar la etiqueta.

-La he abierto, la botella, pero como yo no bebo, se estropea.

Pasamos a cenar a un cuarto junto a la cocina. La criada es una mujer mayor que parece de la familia. El lobo Emilio quiere compartirlo todo conmigo. No tiene, efectivamente, mirada de perro fiel, sino de lobo que nos observa, nos estudia, nos devora. También pudiera ser un zorrito blanco de ojos verdes, tan guapo que a veces parece un animal de Walt Disney, con perdón de los hermosos y realísimos animales.

-Mira, Paco, yo vine a los trece años a Madrid, a estudiar en Bellas Artes, porque me mandó mi tío. Mi tío sí que era un pintor. Estuve en la calle de la Cruz, que entonces era pobre, pero honrada. Una pensión de buena gente que he vuelto a visitar hace poco. Están los mismos, pero más viejos. Recordamos los tiempos en que yo llegué y les decía que las avenidas de Tomelloso eran más largas que la calle de Alcalá. Se reían mucho, pero a mí realmente me parecían más largas.

"Es bueno que la gente se acerque al arte y no hay que pedirle más"

Cenamos borrajas, tortilla de patata, pescado y de postre uvas y pasteles. Los pasteles se los voy echando a Emilio, que los devora en el aire. Recuerdo cuando conocí a Antoñito en Madrid, siempre con su zurrón y su mirada cándida, que luego se ha cuajado de nobleza madura e inteligencia serena. López es uno de los pocos pintores que sabe hablar sin ponerse confuso, teórico, coñazo, metafísico, pedante o literario. Pero no quiero llevarle a los territorios pantanosos de la memoria, sino trabajar el presente. Sólo le pregunto:

-Siempre me has dicho que el bueno era tu tío. 
-Sí, un hermano de mi padre, soltero y mujeriego. Un gran personaje y un gran pintor. El creía en mí y convenció a mi padre para que me dejase venir a estudiar a Madrid. Murió muy mayor.
-¿Llegó a conocer tu madurez, tu plenitud, tu éxito?
-Ya lo creo.

Antonio López habla de su tío y se le enciende el rostro, la mirada, la sonrisa, la palabra.

-¿Te gusta la fotografía, Antonio?
-Me encanta. Pero la foto reportaje. No puedo soportar al fotógrafo pictórico.
-¿Y el cine?
-Mucho. ¿Te acuerdas del neorrealismo, Paco?
-Me acuerdo, Antonio.
-Mari también pinta, ya lo sabes. Yo le preparo los lienzos. Mari habla con voz dulce, lenta y amable, como rezando sin pesadumbre. Es la perfecta casada de pueblo que pasa la mano por el pelo ralo a su marido. Luego resulta que ella es de Madrid.
-¿Te gusta Nueva York?
-Mucho.
-Foxá dijo que los rascacielos son el gótico de nuestro tiempo.
-Perfecto. Además Nueva York tiene una cosa natural, salvaje. Manhattan ha crecido como un bosque. En París veo una ciudad con voluntad de agradar, de epatar. París está muy bien, pero se nota demasiado que está hecho para gustar. Nueva York tiene esa cosa salvaje que te digo.
-¿Te gusta Almodóvar?
-Muchísimo. Creo que ha inventado algo nuevo en cine. Le conozco poco, pero sus películas me interesan siempre. Hay quien dice que era mejor al principio. Cuando se dice eso de alguien, malo. Es que ha empezado la envidia. Yo creo que es mejor ahora, más profundo y meditado, aparte de que han pasado veinte años y él ya no es el mismo ni vive las mismas cosas.

ÉL come poco y despacio.

-Tomelloso.
-En Tomelloso descubrí la vida. Es esencial para mí.
-Pero ya no pintas Tomelloso. Pintas Madrid.
-Pinto lo que tengo cerca, lo que veo. Cualquier cosa es apasionante si se la estudia. De Madrid me gusta, de lejos, el perfil de ciudad sin nada característico. Es la ciudad en general. Claro que ahora han estropeado esa perspectiva con las torres KIO, que las tengo aquí bien cerca y las odio.
-La Torre de Pisa.
-Debe ser como el siglo XIII. Ya empezaba a inclinarse cuando la estaban haciendo.
-Un vicio de nacimiento.
-No, es que aquel terreno es muy pantanoso. Trataron de enderezarla y la terminaron, pero en seguida volvió a inclinarse. Yo he estado allá arriba. Las campanas pesan y ayudan en el desnivel. Cualquier día se cae, pero es bellísima.
-Venecia.
-Venecia se está hundiendo por la navegación a motor. Los motores mueven mucha agua y eso contribuye a la inseguridad de Venecia.
-Sospecho, Antonio, que sueñas con retirarte a Tomelloso.
-Pues sí. Madrid me cansa. Madrid es una obligación. Aquí están los colegios de los chicos. Pero quizá finalmente nos instalemos en Tomelloso.

Quedará, a pesar de todo, como el gran pintor de Madrid en el siglo XX. Ese cuadro mágico de Embajadores, la Gran Vía, la Avenida de América.

-¿El Madrid de Solana?
-Viéndole la cabeza se comprende que Solana no podía pintar de otra forma.
-Zuloaga.
-Hoy queda amojamado.
-Romero de Torres.
-Tiene alguno de los grandes desnudos de la pintura española.
-Sorolla.
-Hoy es cuando sabemos verle. Es todo luz, todo verdad. El impresionismo y mucho más que el impresionismo.

Antes de irnos, nos damos una pasada por el estudio. Las grandes siluetas de la familia real, grandes paisajes de Madrid, un busto de su mujer repitiendo el que ya le hiciera años atrás. Este artista trabaja en muchas cosas a la vez. Dicen que es lento, pero no para. No se deja atropellar por el comercio ni la demanda ni la moda. También dicen que no habla, y esta noche no ha callado. En sus esculturas la realidad nunca pesa. Son criaturas gráciles, leves, sincerísimas, pero sin la cargazón de realismo académico que suelen tener estas cosas.

-El rey.
-Yo, a pesar de su estatura y su naturaleza deportiva, le noto algo que flojea. Este hombre es sensible, delicado, vulnerable. Algo que no sé lo que es.
-Eso, Antonio, es el borbonismo.

Llueve en esta trasera nocturna de Madrid. Emilio no ladra, pero me muerde el abrigo. Quiere que me quede tirándole bombones al aire. Antonio vuelve a ser misterioso, de pronto, en la despedida. Quizá sea timidez. Tengo la sensación de que no he conseguido sacarle nada. Como algunas flores, como algunos peces, como algunos hombres, siempre vuelve a cerrarse sobre sí mismo. El pastorcillo que vino a Madrid con zurrón de pintor ha conquistado el mundo entero sin cambiarse de zapatillas. "Estos chalés cualquier día nos los tiran para levantar rascacielos y oficinas". Es lo que tiene su casa de provisional. Para entonces se volverá a Tomelloso a la inevitable busca del tiempo perdido. Su tío, su maestro, me parece que se apellidaba López Torres. No sé, no me he atrevido a preguntárselo. Uno nunca aprenderá a hacer bien las entrevistas.

Publicado en LA REVISTA DEL MUNDO, NUMERO 62, Domingo 22 de Diciembre de 1996

Prosa Poética



Destaco en esta entrada algunos textos de Francisco Umbral, "Prosas Poéticas", "Poemas en prosa" de un escritor ensimismado en el arte de la escritura.

TEXTOS:


Obra Poética



Francisco Umbral publicó sólo dos libros de poesía: "Crímenes y baladas" del año 1981 (inencontrable) y "Obra Poética" editado póstumamente en 2009 que reunió nuevos poemas, junto a los de "Crímenes y baladas".

En otros libros dejó escondidos algunos poemas y poemas en prosa que recojo aquí.

Haz un CLICK en los títulos para descubrirlos:


15.000 Visitas



Llegamos a las 15.000 visitas en este blog dedicado al escritor Francisco Umbral. Artículos, Entrevistas, Poemas en Prosa y también Animales sagrados en estas páginas "virtuales" para ser leídas en las pantallas del mundo electrónico.

Josep Pla



Pla

FRANCISCO UMBRAL

Me entiendo bien, a distancia y por los papeles, con el maestro Josep Pla, pues él es un catalán cansado y yo soy un español cansado, como bien reza el título de esta sección y de un cierto libro mío.
  
El otro día, Pla me ha dedicado su atención en esta misma revista, y aprovecho la ocasión para decir que siempre me ha fascinado este tipo de escritor divagatorio y lírico, muy vago y muy preciso al mismo tiempo, “especialista en ideas generales”, como decía otro catalán. Un tipo de escritor que no sé si viene de Montaigne, pero que en Pla encuentra máxima expresión moderna y catalana, y que en Baroja tuvo un doble vasco-castellano mucho menos sutil, mas malhumorado y metido en una tarea que Pla ha rehuido casi siempre elegantemente: la de hacer novelas (e incluso la de leerlas), mientras que Baroja leía y escribía folletines y folletones sin parar.
  
Parece que lo primero que avistó Pla en mi literatura, con su mirada de rendija -mirada de buen cazador- fue el plumaje vistoso de mi erotismo -o lo que él llama tal-, cosa que le escandaliza como me escandalizará a mí cuando tenga su edad. La misma alarma que experimenta el maestro Pla ante mis doctrinas eróticas (que no son sino divulgación modesta de otras más autorizadas que andan por el mundo), la misma alarma, digo, me causa a mi leerle en sus descripciones gastronómicas y alcohólicas. Admiro el lirismo y la buena prosa con que las hace, pero a mí, poco comedor, no deja de echarme un poco para atrás tanto sano regodeo de paladar. A cada cual le come y le quema por do más pecado había, querido maestro, y ay del que no se deja comer ni quemar, porque ése ha perdido la vida tontamente: es apolítico, o frígido, o del Opus Dei. 

El maestro ha leído un libro mío y le sorprende que a un profeso de sexualidades pueda exaltarle la paternidad. Quizá cree el genio de la boina que una visión erótica del mundo es una visión cachonda de ligue a calzón caído, y por eso no se ha percatado de que mi exaltación de la paternidad y la maternidad no es la contradicción de mi erotismo, sino la corroboración y legitimación de este. Hay señoras y señores que, sin ser Pla ni mucho menos, cuando nos oyen o leen hablando de erotismo creen que hablamos de la orgia perpetua y de saca el guisqui, Cheli, para el personal. 

Pla ha ignorado elegantemente en su comentario el desenlace insoportable e intolerable de mi libro, el cual le habría explicado muchas cosas, pero lo que más me motiva (como se dice ahora) de su página, aparte la gratitud y la admiración de siempre, es ese inevitable distanciamiento que, respecto de las cosas del sexo -como de tantas otras cosas-, tenemos las gentes de distintas generaciones. He hablado repetidamente -y a veces en esta revista- de las madres solteras, del hijo como agresión, de las mujeres que hoy, en España y en el mundo, quieren tener un hijo y lo tienen, no como arrepentimiento o final de su erotismo, sino como consecuencia máxima de éste, como redondeamiento de su visión erótica del mundo. 

En la redacción de DESTINO me mostraban hace poco originales de artículos de Pla, escritos con letra muy menuda y bastante clara, o, en todo caso, firme (ya quisiera yo ese pulso para esa edad, maestro, cuando, a mis cuarenta, tengo que firmar a maqui- na hasta los cheques bancarios: y le hablo de cheques por eso que me dice del sentido de la propiedad, que sé que le halaga). Los artículos de Pla están escritos, a veces, sobre cualquier impreso, sobre un calendario de agenda. Pues bien, yo creo, sin tomar en serio al señor Freud, que ya sabemos que era un frígido, que el erotismo, el sentimiento erótico del mundo, es más bien un derroche, un exceso, una abundancia, una dádiva: todo lo contrario de escribir aprovechando un impreso. Impreso que para mí ha sido como contemplar una reliquia literaria y que he tratado de descifrar luchando con la letra y con el catalán, pero ejemplo de orden que no aprovecharé nunca, querido maestro, por el natural derroche de palabras, espermatozoides y monedas que es mi vida. Habla usted de los excesos de lirismo que, para su gusto, hay en mi libro, y esos excesos se corresponden exactamente con el erotismo natural de la vida, con la sexualidad fecundante, abundante y socializante a que uno vive abocado. Se hacen metáforas como se hacen hijos, como se hacen amigos o como se hacen amores.
  
Me aprovecha, pues, la lección literaria del maestro, y yo, que no suelo contestar a los críticos, le contesto a él porque no es un crítico, sino que es Josep Pla, y le agradezco la ocasión de meditar sobre esta visión del erotismo de nuestro tiempo que tienen las gentes de otras generaciones. Cuando nos oyen hablar de sexualidad creen que estamos hablando del mundo como casa de lenocinio. Y no hablo ya de Pla, claro, que es un caso humano y literario aparte y al margen, sino de esos padres que vigilan la conducta prematrimonial de sus hijas -y si es posible también la matrimonial-, en tanto que ellos convivieron durante toda una vida con instituciones como la prostitución, que hoy apenas tiene sentido para los jóvenes. Erotismo es todo lo contrario de prostitución, como libertad es todo lo contrario de caciquismo y justicia es todo lo contrario de caridad. El que en algunos -por ejemplo España- siga subsistiendo la prostitución, el caciquismo y la caridad, no dice nada en favor de esas tres venerables instituciones ni en favor de España.
  
La contraposición paternidad-erotismo, o maternidad-erotismo, es una cosa que se daba y se da en las parejas tradicionales, en las que, como me decía (hace poco Mari Francis, el matrimonio destruye la comunicación. En cuanto al sentido de la propiedad, de que me habla el maestro, siento decepcionarle, pero no tengo ningún sentido de la propiedad porque nunca he tenido ocasión de ejercitarlo, o sea porque no tengo propiedades, pese a ser castellano, o sencillamente por eso. No cuento con otra propiedad que mi prosa, que por cierto algo le debe a la de Pla, pues ya en Juan Ramón aprendí muy pronto a estudiar y cultivar las otras culturas de la península. Empezando terminando por Josep Pla.


Revista "Destino", 23-25 de Octubre de 1975

Animales Sagrados



"Animales sagrados" fue una sección que tuvo Umbral en la revista de El Mundo (entre 1995-1999), donde entrevistó (a su manera) a varios personajes/artistas de la cultura española. Siempre he pensado que se podría haber publicado en formato de libro, junto con las fotografías de José Aymá y sería un perfecto manual de la entrevista literaria. 

En esta entrada he añadido otros nombres propios que merecen estar en esta "lista umbraliana".

Haz un CLICK en los títulos para descubrirlos:


INDICE:

- Josep Pla
- Camilo José Cela
- Fernando Fernán Gómez
- Rafael Alberti
- José Hierro

Miguel Delibes
Chillida
- Antonio López
Julio Cortázar

- Carmen Díez de Rivera
- Charo López
- Ana Belén
- Marilyn Monroe

martes, 19 de febrero de 2019

Libro: El fetichismo (1986)



Libro: Memorias de un hijo del siglo (1986)



Libro: Mis queridos monstruos (1985)



Libro: Pío XII...(1985)



Libro: Fábula del falo (1985)



Libro: España como invento (1984)



Libro: Diccionario cheli (1982)



Trabajar en literatura



Libro: Spleen de Madrid/2 (1982)



Libro: La bestia rosa (1981)




Libro: Crímenes y baladas (1981)



Libro: Los ángeles custodios (1981)




La ninfa y el cansado escritor
JUAN CILLEROS, 1996


Este libro de Francisco Umbral está mecanografiado durante un cúmulo de noches, ninfas y fuegos imposibles, cuya extensión en el tiempo abarca diez largos meses del año 1.980 (de marzo a diciembre). 


Y empezó a escribir este “Noctuario” como él lo califica, bajo el influjo del lema de Cocteau “la luna es el sol de los muertos”, con el firme propósito de hablar de la noche madrileña, de sus fastos nocturnos y de sus falsos resplandores. Y con una crueldad exquisita de falso cronista maldito, nos describe acontecimientos sociales y culturales de la incipiente movida madrileña capitaneada por Almodóvar en el cine y por Ramoncín en la música.

Sin embargo, el libro está atravesado de lado a lado en su contenido, por un amor joven, libidinoso y drogota; el de una chica con melena de Rimbaud y coño adolescente, bautizada por el autor con el nombre de Mozar. Un andrógino femenino fascinado por “el viejo cuerpo de árbol descortezado y caído” del escritor.

Mozar, como la espada de un ángel rasga las páginas de la existencia del cronista, clavando su luz celeste y a veces sombría en el corazón viejo y enfermo del sinusítico Umbral. El incendio de su pelo, los plieges húmedos de su vagina, la ausencia de sus tetas, su pasión por las drogas y por la masturbación es algo que este Baudelaire madrileño no puede evitar, algo de lo que no puede huir. Y por eso aparece una y otra vez en su diario noctámbulo de gato en celo, este amor imposible entre la ninfa y el cansado escritor.

A pesar de todo Umbral saca brillo a los metales nocturnos de la noche, metales que no son más que la hojalata usada de la costumbre noctívaga de actrices, políticos y pintores desengañados. Sale al encuentro de las culturas nocturnas: El teatro, la prostitución y la muerte, llegando a decir que “la noche es una muerte reiterada que vivimos despiertos”.

Se autoentrevista, riendose de él mismo, se autocalifica de vieja carrozona, practica el ensayo breve sobre Quevedo, Ramón Gómez de la Serna y Dalí, se humilla en farmacias nocturnas pidiendo ovoplex para su ninfa.

Es un cadáver que fornica con una adolescente. Umbral le roba algo que ya no tiene a esta ninfa de la noche que se bebe la vida, ausente de un tiempo futuro. Ellas sólo son el presente continuo donde quisiera instalarse el escritor. 
  
Mayo. Noche 14/15:  “Hay un momento ciego en el amor, lo ciego tiene todas las luces tristes bajo la carne...”

Libro: Spleen, cuaderno madrileño (1981)



Libro: A la sombra de las muchachas rojas (1981)



Libro: Los helechos arborescentes (1980)



sábado, 16 de febrero de 2019

Cuando yo muera



Libro: Diario de un snob 2 (1978)



Libro: Tratado de perversiones (1977)



Libro: Teoría de Lola (1977)



Libro: Las jais (1977)



Libro: Diccionario para pobres (1977)



Libro: La prosa y otra cosa (1977)



Libro: Las respetuosas (1976)



Libro: Los políticos (1976)



Libro: Mis mujeres (1976)



Libro: España de parte a parte (1976)



Libro: Las cartas (1976)



Libro: Crónicas post-franquistas (1976)



Libro: Caperucita y los lobos (1976)



viernes, 15 de febrero de 2019

El tiempo detenido




Febrero, Viernes 

Ahora que nadie lee lo que escribo porque hace tiempo que me he ido de las páginas de los periódicos y de los escaparates de las librerías, vuelvo a utilizar estas palabras cansadas y sonámbulas. Quisiera uno hablar de algunas cosas y tal vez un poco de uno mismo, poder respirar el aire frío de un domingo de invierno o sentir en la duermevela de la madrugada que un cuerpo de mujer está a tu lado para poder escuchar la respiración profunda del sueño.

Mi cara y mis gafas se han ido desdibujando poco a poco en la memoria del gentío y mis libros languidecen en las bibliotecas de barrio o los destruyen las editoriales para que no ocupen espacio en los almacenes del extrarradio.

Marzo, Lunes

La actualidad desde aquí arriba sigue igual de interesante, el problema es que no me han dejado traer la olivetti y no consigo escribir nada a mano en unos cuadernos que he encontrado por aquí. Mi caligrafía está cada vez más ilegible, sin embargo me gustaría escribir poemas en prosa que después nadie iba a entender. 



Vida mortal y rosa




Libro: Cabecitas locas (1975)




Libro: La guapa gente de derechas (1975)




Libro: España Cañí (1975)




Libro: Suspiros de España (1975)




Libro: Diario de un español cansado (1975)





Libro: Museo Nacional del mal gusto (1974)




Libro: Las españolas (1974)




Libro: Crónicas anti-parlamentarias (1974)




Libro: Diario de un snob (1972)




Libro: Spleen de Madrid (1972)



Libro: Carta abierta a una chica progre (1973)






Libro: Retrato de un joven malvado (1973)




Libro: Memorias de un niño derechas (1972)