sábado, 25 de mayo de 2019

Camilo José Cela



Cela (Breve apunte umbraliano)

En los 40/40, cuando el conservatismo nacional no conserva nada, por ignorancia y por cinismo, Cela pone en pie a los primitivos, el Cancionero de Baena, los clásicos, el barroco castellano, Torres Villarroel y el 98. Cela es el hombre/costura que remedia literariamente el desgarrón de la guerra. Frente a un tradicionalismo ágrafo que desconocía sus propias tradiciones, o las había reducido a paremiología y ropero, Cela entronca con la verdad nacional de todas nuestras lenguas, remontándose hasta el latín estropeado de San Millán de la Cogolla. Cela, hoy, es más que nada una metáfora: la manera que tiene la inteligencia y la cultura de conservar, reentoñando, revitalizando, y la manera que tienen los conservadores de tapar la Puerta de Alcalá con un rascacielos hortera (Torre de Valencia), de desertizar las calles de Velázquez y Príncipe de Vergara, más los bulevares, de Colón a Rosales, en "la gran fiesta de los taladros" (Lorca), para que corran más coches. El esquematismo derecha/izquieda ha impedido estudiar el sentido lúcidamente conservador de todas las izquierdas españolas, siempre más ilustradas que arrebatadas. España, país saltatumbas, tiene una izquierda culta que no se merece. Lo de la "horda" es un invento de la derecha invicta. Escribe Cela y acuden primitivos, toca en su flor de prosa y suenan arciprestes y barojas. (Al margen los metecos sajonizantes.) Así, sonando a siglos, se escribe castellano, anda la Historia.

(Umbral, 1984)