domingo, 28 de julio de 2019

Los niños de Ruanda



LOS NIÑOS DE RUANDA

Los niños de Ruanda no se visten de letras,
los niños de Ruanda no se visten de cifras,
los niños de Ruanda
están en los hospicios de la nada,
están entre los cielos de la guerra,
están entre las ruinas de ese cielo
y pisan con sus pies de uñas ingenuas
el suelo de su Luna, que es la Tierra.

El cardo y el neumático y el hambre
forman la multitud de sus ciudades,
ciudades que hace el viento una mañana
y deshace a la noche con más viento.
Los niños de Ruanda, en el crepúsculo,
se cuelgan de los cables y las vigas,
de la ruina de un país inexistente,
comen pan con hormigas y con moscas,
comen pan alfabético y escaso
y buscan un chelín entre derribos.

Hay sandalias y estrellas por la senda,
falta un niño al final de sus sandalias,
los niños de Ruanda un día se pierden
y amanecen descalzos, sin planeta.
Los niños de Ruanda van de arcángel,
la enfermedad les pinta mapamundis,
tienen grandes chaquetas de esqueleto
y un botón de abrochar, como un domingo.

Los niños de Ruanda, una mazorca,
una bomba pacífica de mano,
proyectil amarillo que se come,
los niños de la guerra, solitarios,
juegan en el gran día de sol negro
con el juguete inmenso de una guerra.

FRANCISCO UMBRAL

Poema de presentación del catálogo de la exposición "El País de los Niños Perdidos", de Matías Costa, 1999.

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