lunes, 4 de marzo de 2019

Columna: Arte de lejanías




El Mundo. Lunes, 7 de junio de 2006
LOS PLACERES Y LOS DÍAS

Arte de lejanías
FRANCISCO UMBRAL 

No debe uno sentirse maestro porque los discípulos -y las discípulas- los trae la poesía y el ferrocarril. Conocí a Ángel Antonio Herrera cuando vino a buscarme en un coche de Madrid. No puede uno decir «a ése le traje yo a Madrid», porque lo cierto es que me trajo él a mí y durante el viaje le convencí para que se quedase en la capital, porque le veía con cualidades, con género literario y con insolencia suficiente para triunfar en la Gran Vía. 

Desde entonces -qué entonces- Ángel Antonio Herrera, con ese nombre de joven poeta garcilasista, no ha dejado de darme sorpresas. Vive sin levantar la voz y encuentra trabajo yo no sé dónde porque no ha vuelto a darme la lata. Cuando yo creía que estaba descubriendo a un gran reportero lírico, irónico y nocturno, me dio el susto con un libro de versos que toma su título, me parece, nada menos que de André Breton: El demonio de la analogía, mientras yo soportaba la tortura de otro poeta mínimo y diabólico: el Barnatán. El tal libro es de una calidad muy depurada y no sabía yo que en Albacete se manejaban con tan grande sutileza ramoniana, porque Ángel Antonio es de Albacete, aunque parezca más bien un guitarrista delgado y moreno que cuando me encuentra en la noche, más allá de las doce, en seguida se pone a reñirme y amenazarme, pues, desde su escandalosa juventud no ha hecho otra cosa que burlarse de los viejos que todavía aprovechan la oportunidad para irse a Albacete a dar una conferencia mal pagada. Lo cual que Ángel Antonio es el poeta que más me plagia en prosa, dejando para mí tristemente, La soledad del corredor de fondo. 

Desde aquel viaje a Albacete, Ángel Antonio ha publicado varios libros de poesía, todos buenos, ha arrancado con el reportaje lírico en varias revistas y, cuando se pone, es el que mejor me plagia, ya digo. Pedro J. Ramírez, que parece el director de un salmón de Wall Street, ha cuidado mucho de equilibrar eso con unas escuadras juveniles de buenos escritores. Por eso, el periódico, éste, se vende. 

Por navidades, Ángel Antonio me regala unos botellones de Diorissimo, en competencia con Beatriz. Ha hecho las dos carreras: la del periodismo canalla y la del lirismo exquisito. No necesitaba ya plagiarme un poco de vez en cuando, porque él es inagotable, pero los dos sabemos que eso del plagio es un juego de provincias. 

Una vez se vino a la dacha a hacerme una biografía más bien mala y asimismo me ha plagiado mi Fábula del falo. En nuestros encuentros nocturnos me mira con dulce desprecio, porque me ve como un humilde protegido y plagiario de A. A. Herrera. Pero a veces me da un euro para la última copa. Por Madrid andan algunos chicos y chicas que aprendieron pronto a escribir mejor. No es mérito mío sino que ellos se fijan. 

"Arte de lejanías" es un libro selecto y al día. Herrera se ve que está al rollo. Nos mandaron a una tele y descubrí que Ángel hacía de joven activo y yo hacía de ancianito marchoso. Cogí el abrigo y me fui. La próxima vez espero que ya no me riña por trasnochar.

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