La intuición y el oficio
SANTOS SANZ VILLANUEVA, 1999
La escritura de Francisco Umbral se despliega, cual rosa de los vientos atraída por estímulos múltiples, en muchas direcciones, novela, ensayo, crítica, reportaje, diccionarios... Todo ello bajo el doble requisito de la expresión literaria y del autobiografismo. Y, a la vez, como manifestaciones particulares de un impulso genérico que se resume bien en una palabra, crónica.
Umbral viene haciendo, desde hace cuatro décadas, la crónica general de España, tanto de un ayer no muy remoto como de un presente actualísimo, pero no a la manera del testigo imparcial o del historiador veraz, sino a su peculiar modo que consiste ante todo en la primacía de la subjetividad.
No se prohíbe el escritor las escapadas ocasionales a los territorios de la elegía o de la indagación antropológica, pero dicha crónica impregna los varios géneros que cultiva, los cuales, por ello mismo, tienen muy delgadas fronteras. El yo del autor los unifica todos. Siempre, en una página de Umbral escuchamos a Umbral. No porque hable de sí mismo, que lo suele hacer, sino porque cualquier realidad que toque la convierte en materia viva de su propia experiencia. No glosa los hechos, se glosa a sí mismo, al impacto que los sucesos producen en él. Su literatura, de este modo, se convierte en iluminación del tiempo del escritor desde la perspectiva de un testigo cualificado.
Esta actitud encuentra, claro está, un molde especialmente propicio en una dirección de la escritura umbraliana que arriba no he mencionado, el periodismo. Pero, lo mismo que pasa con el resto de su obra, tampoco esta labor por esencia volandera resulta fácil de encasillar, describir y, mucho menos, de definir, ya que es hija de una fuerte personalidad. Es y no es, a la vez, Umbral periodista cultural, columnista político, articulista de costumbres. Cada una de estas fórmulas sirve, pero todas ellas las supera, las desborda y las refunde en un género.
El molde periodístico por excelencia de Umbral se rige, creo, por una ley personal basada en la aleación de tres principios: observar, divagar y opinar. Sus artículos descansan, con toda la flexibilidad que se quiera, en ese trípode electivo. Observa como testigo y en cuanto tal apunta un acontecimiento, y hasta da noticia de él. Pero no se sujeta al suceso anotado. Algo, siempre una anécdota privada, tal vez una conversación o un encuentro, rompe esa línea y da pie a incursiones laterales.
Por haber acuñado a base de intuición y de oficio, también de maestría idiomática y de originalidad, un género periodístico de raíz literaria tiene Francisco Umbral asegurado un puesto propio en la historia de la prensa española. Su nombre, tras los de Larra y González-Ruano en el tiempo, constituye un jalón inexcusable de esa historia.
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