Revista “Barcarola”. Nº 20. 1986
Entrevista con Francisco Umbral
L A D R O N DE F U E G O (SEGUNDA PARTE)
Le veo blanco y creciente en Ia lucidez tránsfuga de Ia tarde que mira, que nos recorre y Ileva. La entrevista hay que robarla. La entrevista, como el amor, como el veneno de Ia cultura, participa del incendio, del robo, del desastre.
La entrevista hay que robarla. La entrevista no existe. Yo debiera hablar con él de desengaños, de ciudades, de mujeres, no sé, de perfumes, de desprecios. Conversar sobre sus venenos, que me son tan afines, para dar luego una prosa larga, para hacer más tarde el texto fajado y múltiple que fuera un sueño, una lanza, Ia majestad de un filo, para traicionar Ia entrevista legitimando el lenguaje y el hombre. De Ia traición viene la verdad, incluso Ia inventada, que tantas veces es más bella, más fiel y tardía. El veneno es Baudelaire.
Pero hablamos para Ia cordura, para el olvido de Ia tarde, que es Io que yo transcribo. Umbral responde con una gravedad convaleciente, con un retraso fuera su estatura dormida, con una represada inocencia que fuera cruel o falsa, cerradamente amable.
Con el pelo oxidado por el oro de 10s viajes, con el pelo en desolado agravio de sienes y claros lutos se acerca un poco. Me sonríe en secreto.
— ¿No tienes un caramelo, algo dulce? Me apetece.
—No Tabaco, tengo tabaco.
—¿Y la poesía, tu poesía, qué tal?
—Bien, trabajando. Supongo que bien. A ti deben Ilenarte a diario el buzón con originales, Paco. Llegar al famoso, buscar Ia clave, el nombre, meter algo en el día del triunfador, en su casa. Eso no es serio.
—Muchas cosas, claro. Tengo unos folios que se encabezan con una foto de esas románticas, como Ias postales. Hace sospechar.
—Hace sospechar. Así no pueden darse excepciones.
—Nosotros sabíamos dónde estaba Aleixandre. Visitábamos a Vicente Aleixandre.
No es serio. Esas cosas son cursis. En poesía sucede con mucha frecuencia. No es profesional. El profesional conoce Ias vías.
—CIaro, claro.
Robar Ia entrevista, buscar Ia cortesía de Ia trampa, dejar que el tema, el personaje, mientan. Hacer Ia prosa deshaciéndola, nutriendo el lenguaje con su inclemencia de tronos y tábanos, traicionándolo.
Volvemos al asunto: Los amores diurnos, el hijo de Greta Garbo. Mortal y rosa. Libros dedicados a cuerpos, presenciados y escritos desde el cuerpo hacia cuerpos, como constante y escritura.
—Libros de cuerpos, efectivamente. Se escribe con todo el cuerpo. Cualquier tipo de realidad, un cuerpo, un paisaje, una ciudad o una comida se viven y se escriben con todo el cuerpo. No sólo los famosos cinco sentidos, sino Ia totalidad del cuerpo tiene que estar presente en Ia escritura, tomando contacto con Io que en ese momento se cuenta. Evidentemente, escribir es un cuerpo a cuerpo con el lenguaje y a partir de ahí todo cuerpo a cuerpo.
—Tu en Lorca, en Gide, en Proust, has defendido Ia homosexualidad en contacto, en permanencia con el estilo, con Ia obra. Hay quien pretende sustraer Ia homosexualidad en el escritor para evitar así Ia estrechez de ciertos públicos.
R.- No veo diferencia alguna entre homosexualidad y heterosexualidad. No encuentro diferencia en cuanto a experiencia de los cuerpos. Veo preferencias, sí, e inclinaciones, que dirían nuestras abuelas. Las mías son claramente hacia Ia mujer, y más hacia Ia mujer joven, y Io han sido siempre, incluso hacia Ia niña. Las de otro señor pueden ser hacia otro señor y Ias de una señora hacia otra señora.
En el trance sexual, amoroso, un cuerpo se torna mitológico para otro cuerpo. Mitológico sin apelar, por fortuna, a Ia mitología griega. Una mujer que por Ia calle es un ser usual o casual, que decía Santo Tomás, es, de pronto, desnuda en una habitación, un acontecimiento, algo grandioso porque es Io insólito, porque nos saca de nuestra cotidianeidad e implantado —Ia prueba es que Io utilizaban los surrealistas— en una intimidad burguesa, convencional, se torna grandioso, mitológico. Está destruyendo el entorno. Esa es Ia experiencia, haber cohabitado con un dios o una diosa. Tengo Ia sensación de haberme tirado a un dios o a una diosa, siempre es una tía pero da igual, supongo, entre camioneros, mujeres, señoras de cuarenta o niñas de catorce.
Umbral habla subrayando con pausado énfasis Ias frases que le parecen clave, aquellas frases que usa de clave o Ilave en el tema, Ias que ha dicho como ideas que se arborizan en su contraidea, dejándolas enfatizadas, hondas, lentas, dando una tregua, unos silencios, un tránsito abierto que colmar con Ia explicación posterior, con el ejemplo, con Ia vivencia,
Levanta una frase, Ia síntesis de Ia respuesta y luego vuelve a ella insistentemente, se mueve en los alrededores, Ia matiza, Ia invierte, Ia olvida en un ejercicio de reencuentros, de mordiscos, de hallazgos, de posibilidades, como si todo, en efecto, hubiera ya quedado dicho en un principio, contesta acortando, responde en sucesión de cita, haciendo del párrafo, de Ia frase, una forma inagotable de Ia memoria, «Haber cohabitado con u n dios o una diosa, Un cuerpo se torna inmediatamente mitológico para dentro cuerpo, eso es Ia experiencia».
Umbral haría “Los amores diurnos”, un libro con sintaxis de sexo, unas páginas con arboladura de mujer abierta, un festival de cuerpos que Ia palabra reúne en Ia palabra húmeda de una mujer única, de un cuerpo único que se completa de hombre, de viril juntura, de juventud extinta. Plural el verbo y plural el cuerpo que, destinatario y cómplice, Io aviva.
Transitado de menstruos y ocas, puro de orgasmos y emboscadas, pasa desnudo ya gastado de cielos ausentes y certezas, el monólogo de los muslos y el aria vaginal de los días, con surco de vello y metáfora:
«Bragas, dulce braga femenina, pequeña braga joven, triángulo leve y calados mariposa le lencería sexual, funda gentil donde ella, ellas, enfundan Io más compacto y resuelto de su cuerpo, de su alma, efluvio, reflujo de Ia braga, de las bragas de todas, abandonado trapo, honda prenda, adorable tirantez que mide Ia pelvis con intención de puntillita, que aprieta Ia línea milagrosa de Ia cadera poniendo una inflexión en Io perfecto, permitiéndose un acento en Ia armonía inacentuada del universo».
R.- Lo canalla, un ensayo sobre Io canalla es una idea que tuve, sí, pero que creo que no Ilegaré a hacer nunca. Esa idea me rondó sí, Io canalla, que es una miseria que se cree sublime. Vas a un colmao, vas a un sitio, a una casa de putas, y se creen sublimes y no, no son más que canallas, pobres gentes que se creen sublimes por no sé qué, porque por algún mecanismo han Ilegado a sublimar sus miserias. Si Io hago no sería en abstracto sino referido a algún escritor y así de pronto no sé que escritor podría ser.
EL HIJO DE GRETA GARBO
P.- En “El hijo de Greta Garbo” aparece nuevamente como centro la mujer. Tu madre como hermana, como aprendizaje en la mujer, como madre, claro, como amante. La figura de la mujer de modo plural.
R.- Es una metáfora de mi madre. Si esto lo hubiese escrito Balzac o Galdós o Baroja, que sí escribió sobre su madre, pues sería real, tal cual eran sus madres. Aunque yo cuento cosas históricas muy concretas como la República, la guerra civil, los problemas de mi padre, lo que yo quiero narrar es el rastro lírico que mi madre deja en mi vida hasta los veintitantos años que yo tenía cuando ella muere. Durante todo ese tiempo deja en mí un sello lírico poderoso e imborrable, lírico y erótica, sin duda. Eso es lo que a mí me interesaba y por eso tardé tanto en escribir el libro. No encontraba el tono. El rastro que ese ser que pasa por mi vida deja y que efectivamente puede sumar todas las mujeres que han pasado por mi vida, no mediante virtudes morales sino en otros sentidos. Eso es lo que deseaba: un rastro lírico de mujer que ocupa toda mi infancia, toda mi juventud y que queda en el cielo de mi vida para siempre.
P.- Yo, a diferencia de otros libros que giran en torno a un cuerpo vea en él una menor fragmentación. A pesar del intenso clima lírico, de la palabra inventando y recordando ¿existió un método previo o al menos distinto del empleado en otros libros?
R.- Hay, digamos, una prótesis, con palabra horrible. Una prótesis autobiográfica, que constantemente está funcionando y sustentando esa unidad que tú ves en el libro. Si te refieres, como te has referido antes a “Mortal y Rosa”, pues éste es un libro escrito a medida que va ocurriendo, pero no un diario, es decir, es tomar un hilo narrativo de la vida y seguirlo. Un hilo de los muchos que hay en nuestras vidas, de los que puede haber en tu vida: Barcarola, el libro que has hecho, unos amores, unas juergas, Albacete-Madrid, tomas uno y lo sigues, a ver qué pasa, a dónde te lleva. “Mortal y Rosa” está hecho así, día tras día, pero huyendo de la anotación del diario íntimo, siguiendo algo que está ocurriendo en mi vida, muy dramático y muy lírico, paso a paso. Es distinto entonces lo que llamas fragmentario, que son anotaciones diarias, seguir la pista a algo que ocurre todos los días, frente a lo otro. Figúrate, mi madre muere en el 54 y el libro está escrito hace más o menos cuatro años. Yo veo la vida de mi madre" como una elipse completa y cerrada, mientras que el libro de mi hijo lo estaba escribiendo día a día, lo estaba escribiendo a ciegas, yo no sabía lo que podía ocurrir al día siguiente.
...CONTINUA (TERCERA PARTE)
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