Esa voz tan dolida
FRANCISCO UMBRAL, 1981
Hoy que la lluvia me abre lúgubre sus salones,
cuando el silencio sube hasta las palabras,
hoy que la muerte toma forma casi apacible,
quiero ebocar con humo, como se le habla al fuego,
esa voz tan dolida, esos perennes ojos.
Hoy que la tarde tiene color autobiográfico,
me pregunto despacio, como piensa un espejo,
por el enigma simple, sólo mirada y sueño,
de una mujer tendida, leve entre enormidades.
Por qué su cuerpo tenue, pregunta de agua clara,
por qué la interrogrante desnuda de su vida:
mujer, cisne de sangre, caballo desvelado
mujer, reloj caliente, vívido calendario.
Por qué el secreto claro, ópalo que nos mira.
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