TRIBUNA: DIARIO DE UN SNOB
El trienio
El País (Jueves, 11 de enero de 1979)
Hale, ya está otra vez España vuelta abajo, por qué no decirlo claro, ya nadie espera nada, es como irónico todo lo que leemos sobre las futuras elecciones generales, es como meternos un filme mudo, de risa, en el descanso de una de gánesters, ya está otra vez España de cabeza, rota y sonante la campana de Huesca, con la cabeza de un muerto renovado cada manana, ya está el botafumeiro de Santiago volando sólo por la bóveda de la Historia, ya está otra vez Wifredo el Velloso asesinando gente por las tapias, tiene una, parabellum, Wifredo el Velloso, que maneja extramuros o intramuros, según lo apartado o céntrico que viva el infrascrito, que hay muchos infrascritos, ya, en la lista negra de las pompas fúnebres.Me parece que fue Marías quien dijo que la libertad, en España, suele durar un trienio. Y no caemos en la cuenta de que se está acabando el trienio, desde que matamos a Franco de muerte natural. Lo que en la Historia de la humanidad son los terrores del milenio, en España son los renovados y asiduos horrores del trienio, que va a dar otra vuelta la tortilla española, con sus amarillos goyescos y regoyescos, mientras matamos gente en la Corte de los Milagros, diario milagro inverso de un juez o un general muerto, como un zurcido negro en el tejido igual y resignado de la vida cotidiana.
Ya anda otra vez el Ebro cuesta arriba, ya está otra vez España ardiendo como una escoba incendiada y esgrimida, ya nadie espera nada del inventa y al fóndo pasan tropas, gentes, sombras, el trienio civil, el trienio militar, el relevo de la guardia en Palacio. cuando en Palacio no hay nadie y los niños que miraban por detrás de la verja son ya todos víctimas o verdugos, se han hecho adultos odiando, porque el odio madura al español.
Cenando la otra noche con los duques de Alba, veía yo en galerías, cuadros y tapices, esa doble Historia de España que es la que algunos cuadros cuentan y otros callan, cómo tanto fragor de caballos, tanta eterna batalla, tanta guerra (glosado todo, alígero, por la conversación del duque), se resuelve finalmente, del comedor a la chimenea, en un cuadro cubista, muy pequeño, en un picasso antiguo y breve. Y sólo ahí, por fin, en la geometría irónica de Picasso, se serenan las cosas, reposa España tanto arrastre de muertes y de infantes.
Pero Picasso, al fin, tuvo que pintar Guernica, siquiera para volver a su ironía exiliada en calzoncillos. Qué difícil, aquí, que nos nazca un Picasso, un hombre etuánime, un irónico, un epicúreo, sátiro/fauno violador de Europa. Y los pocos que nacen, tienen que irse. Gaya se ex¡lia eternamente sin razones muy claras para.ello. Ya está otra vez España a muerte viva, aún no han ardido iglesias, pero arde la Constitución, -catedral de palabras que duda entre el románico militar y el gótico religioso- por sus cuatro puntas, recién sancionada, y arde sobre todo por do más pecado había, por su artículo 15, donde dice que «todos tienen derecho a la vida», y eso ha irritado mucho a los enterradores trienales.
Ya han roto el hilo, ya nadie cree nada. Aquella luz tan clara de aquel junio, cuando salí a va,tar y España estaba azul, como Juan Ramón niño viera una vez a Dios, aquella luz nos la han nublado a tiros, aquella entrada del pueblo en la Historia, por el foro del día, aquel fuenteovejuna sin ajusticia:do no fue más que el ápice de un trienio: tres años de paz ni siquiera victoriana como tres asteriscás por cada medio siglo de dictadura. Ya está otra vez liada.
Con ojos de historiador de la calle o glosador esteta de lo que ignoro, he visto siempre en Liria la sinfonía de cuadros, duques, óleos, que viene a remansarse, a decir su palabra final, a desvanecerse y aclararse en esa nota última y clara del cuadrito de Picasso, que no es algo aparte del conjunto, sino la consecuencia -flor geométrica- de tanto caos histórico y barroco.
Así quisiéramos la Historia de España, España en su historia, acordes por fin el ruido y la furia en una Constitución racional, en una ídeación cubista, intelectual, en una cosa mentale. Y cuando eso parece que iba a ser, vuelve la carnestolenda de los muertos, los generales y los magistrados, el dinejo irónico y sin patria, el odio sin voz ni rostro (porque Martín Villa no acierta a dárselo). Ya está otra vez España vuelta abajo, toda España campana de Huesca con una cabeza fresca cada mañana, de víctima renovada, a modo de badajo, tocando a entierro loco.
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