sábado, 30 de diciembre de 2017

Entrevista a Umbral, 1972




Rescato esta entrevista del Abc a un Francisco Umbral que se define como un tránsfuga de los géneros literarios.


Abc, Jueves 14 de Septiembre de 1972 

Memoria de Francisco Umbral

RAMON DE PEDROS

No es necesario redactar el dato o la precisa semblanza que encierre a Francisco Umbral en una vertiginosa trayectoria biográfica. Su vida empezó con el periódico, con el libro, con la literatura española, que sentía —hacia 1955— su instigadora y feraz presencia adolescente —cara de niño aplicado tras sus gafas de concha—, llenándolo todo sucesivamente: el periódico, el libro, una parcela importante de nuestra narrativa joven. Ahora ha escrito tese libro que hay que escribir siempre: el libro de la infancia». Ahora ocurre que «Memorias de un niño de derechas», huyendo de todos los géneros en busca de un estilo, de un tono, de una expresión propia, no es una novela ni un ensayo ni de un niño ni de derechas. 

—Ocurre que si se inicia una carrera literaria contando la infancia de uno, se corre el peligro de no tener luego nada más que contar. Esto les ha pasado a muchos. Por eso yo he preferido escribir antes una docena o más de libros para ahora, a gusto, ponerme a contar mi biografía. 

—¿Quedamos, entonces, en que el estilo es la superación privada ¿o colectiva?— de los géneros? 

—He utilizado un poco el monólogo interior colectivo, de manera que quien recuerda y cuenta es toda mi generación: la de los niños de la guerra. Utilizo constantemente el «nosotros» porque no se trata de una autobiografía personal, sino colectiva. Los críticos se preguntan si es una novela, un ensayo, un libro de Historia o qué rayos es. Exactamente eso es lo que he pretendido: huir de todos los géneros, escribir a su margen, hacer sencillamente un libro. Cada día creo menos en los géneros, en su cantonalismo convencional. Soy un tránsfuga de ellos y creo que el escritor debe llegar un día a crear su propio género. Así hay un género Shakespeare y un género Froust, que no son exactamente teatro ni novela, sino lo que hace Proust y lo que hace Shakespeare: ahí está su personalidad borrando los géneros. 

—Se ha dicho que “Memorias de un niño de derechas” es un libro amargo que no todo fue así, pero la verdad de Francisco Umbral es «que fue mucho peor de lo que cuento: si no he contado casi nada». 

—Todos los niños de mi generación, clase social y circunstancia, fuimos las grandes víctimas de la guerra y la posguerra; las grandes víctimas vivas, quiero decir, y no sólo no me he ensañado contando cosas, sino que he procurado redimirlo todo por la ironía o el lirismo, porque el resentimiento me parece de mal gusto. 

—Si estas «Memorias» son un libro generacional, abierto, exterior, histórico; la otra cara de la infancia de Francisco Umbral, la íntima, familiar, personal, la descubre en otro libro, «Los males sagrados”, «que tampoco sé si es una novela o no lo es, pero que está ya hecho y saldrá en cualquier momento». Es un libro fuera del tiempo y del espacio, en contraposición a estas «Memorias…» tan fechadas y localizadas. 

—Con estas dos obras cierro el ciclo de lo que pudiéramos llamar “Libros de la infancia”. Uno podría pasarse la vida escribiendo sólo de lo que le ocurrió en aquellos años, pero eso me parece un volver la espalda al presente, un autoencantamiento en figura de duende. Prefiero enfrentarme con la realidad, con la actualidad, con la vida. 

—Que se apoya en el pasado. . 

—Dice Henry Miller que lo único importante que tiene que hacer el hombre en este mundo es recordar. Y uno de sus discípulos, Jack Kerouac, aconsejaba: «Sé, como Proust, un fanático del tiempo.» Yo me siento muy proustiano y muy milleriano, cada día más, pero a pesar de todo me parece que entregarse a escribir recuerdos, es una manera de encantamiento, una evasión, en último extremo, porque de la busca del tiempo perdido nunca se vuelve con el tiempo recobrado, como vemos en la obra de Proust aunque él pretenda demostrarnos lo contrario. Así, pues, en mis libros sucesivos quiero escribir del presente, al hilo de la vida, que es lo que vengo haciendo en mi labor periodística. 

—Francisco Umbral acaba de llegar de un viaje por Europa. «Yo siempre llamo Europa a eso. Esto es una mezcla. Tú ya sabes.» Va a dedicar unas cuantas páginas a París, Londres, Roma, Copenhague —después— en la revista «Destino». Ha escrito las biografías de Larra y de Valle-Inclán. Ha escrito, buscando, poniendo su género en la novela española, «Travesía de Madrid», «Si hubiéramos sabido que el amor era eso», «Amar en Madrid», «El giocondo», «Las europeas”: un libro que salió casi al mismo tiempo que «El giocondo» y que no tuvo la atención que merece. Libros inclasificables e informales, en la línea que quiere ensanchar Umbral: entre el estilismo y el terrorismo (siquiera sea el terrorismo literario) porque la novela o cualquier otro género estricto me parece que es, como diría el tan olvidado Sartre, «un compromiso burgués».  

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