sábado, 2 de abril de 2016

Desde siempre




En algún pasaje de “Mis paraísos artificiales”, la soledad inmensa del escritor ante esa carga que lleva sobre los hombros, y que le impide abandonar la vigilancia reflexiva de su máscara, se convierte en un grito de perplejidad y angustia: 

«¿Qué es eso que desde siempre nos gira dentro del pecho, siguiendo el curso de la luz, para morir cada noche y renacer cada mañana?». 

Estos son los mejores momentos de Umbral, aquellos en los que el hombre concreto aparece al descubierto en su fracaso vital. Su soledad, decía, es ilimitada, y como una especie de velo invisible le aísla de los vivientes. En los momentos de crisis a los que alude acaba creyéndose un muerto entre los muertos; de ahí su excepcional facultad para la autodestrucción y también sus llamadas de auxilio. No es narcisismo: es el grito de un corazón que aspira inútilmente a la vida.


Del libro: "Francisco Umbral. El frío de una vida" de Anna Cabal

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